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lunes, 29 de enero de 2024

Zona Negativa

4 Fantásticos John Byrne en la zona negativa
4 Fantásticos John Byrne


No es la quinta dimensión, más frecuentada que metro en hora punta. No es uno de los infinitos universos paralelos, donde tus innumerables yos lo mismo hacen de ventana oscilobatiente que de jefe siux autista. Es la zona negativa, la antítesis de nuestra dimensión, habitada por seres abismales de la calaña de Annihilus, su rey y señor. Es un universo de antimateria en estado de contracción, diferente al nuestro, hecho de materia y en plena expansión. El tiempo transcurre a gran velocidad. Todo ello hace que la vida sea algo tan excepcional como el dopaje en los clubes de brisca. Los pocos entes que se mueven en ese medio como Annihilus o Blastaar están más zumbados que una legión de cocineros deconstruyendo la sopa boba. El infierno de Dante es un balneario para almas de amapola comparado con la zona negativa. Hasta al gran Galactus, el devorador de mundos, le tira la sisa en aquellas tenebrosas latitudes. Quizás la puedas visitar si te vistes con un traje de vibranium y moléculas inestables, que da un toque de glamour high tech y te disimula los michelines. El modelón es gentileza de Red Richard, la mente más brillante vista nunca en un humano y líder de los 4 Fantásticos, el grupo que más excursiones organiza a aquella temible realidad.

 La zona negativa es una de tantas ideas pop que pueblan las historias de superhéroes dotándolas de una pátina bizarra disparatada épica apocalíptica que lo flipas en colores que tanto nos gusta. De propina, les regalamos un temazo de Los Vegetales dando su propia versión sobre semejante realidad.





lunes, 24 de noviembre de 2014

KKK 2.0



Uno de los exponentes más curiosos de la querencia yanqui por el asociacionismo es el Ku Klux Klan, grupete de blancos de  capirote a la caza de cualquier negro que se salga del tiesto. Desde este lado del charco se les ve con cierta familiaridad, no en vano sus primos dan la cencerrada todas las semanas santas por calles y plazas, aunque aquí corren tras nazarenos y dolorosas y dejan tranquilos a los de color. Después de ciento cincuenta años quemando cruces para afirmar que los caucásicos anglosajones son los que más larga  la tienen y mejor la meten, un sector se ha bajado del burro.  Ya no ven a los afroamericanos como enemigos de la forma de vida americana ni  peligra la supremacía blanca.
La nueva rama se hace llamar los Rocky Mountain Knights y se van a enfrentar al nuevo orden mundial. Para lidiar contra enemigo tan evanescente hacen falta todas las manos dispuestas a empuñar un rifle, sean éstas negras, judías o gays. Sí señores, el KKK 2.0 está dispuesto a aceptar en sus filas en la cruzada contra los poderes que conspiran en la sombra para pisotear la sagrada bandera y el poderío americano a los antaño odiados infrahumanos, a los pérfidos semitas y hasta pervertidos desviados. América necesita a todos sus hijos,  por descarriados que sean.
Para que se vea que el cambio de rumbo va en serio, hace poco uno de los líderes del sector aperturista fue sorprendido in fraganti en un coche beneficiándose a un travesti negro. Aunque difieren en los métodos, coinciden con el sector tradicional en lo de joder al  negro. El problema de fondo es que a los rostros pálidos el capirote les reblandece la sesera, y alcanzan un nivel cognitivo casi parejo al de  algunos batracios.
La única ventaja de hablar de estos blancos iluminados de pocas luces es que es una excusa como otra cualquiera para colgar un video de los Ramones. Y si quieren pertenecer a alguna asociación, vayan a un club de lectura del Reader´s Digest, que no hace falta disfrazarse de inquisidor verbenero ni chamuscan a nadie. Y seguro que encuentran algún travesti negro experto en Walt Whitman.

lunes, 23 de junio de 2014

Game over

Una de las galaxias en expansión del universo friki es la de los fans de los videojuegos, o gamers, que en inglés suena más molón. Pulgares afilados y ojos como platos son sus señas de identidad, pero a la hora de ponerse ante la pantalla hay gustos y juegos para todos. Unos echan una partidita en el móvil con los pajarracos cabreados de Angry Birds mientras hacen la cola en la caja de Carrefour y poco más. Los profesionales se hacen con la última consola o  un ordenador con una tarjeta gráfica que vomita imágenes de realidades paralelas donde ir de masacre en masacre como en Call of Duty y otros de tal pelaje. Y después están los que les tira  la retro tecnología, que se han quedado anclados en alguna fecha del pasado cercano. Son los amantes de los Arcade, los primitivos videojuegos que llenaban bares y salas recreativas en los ochenta y noventa y que tantas monedas de cinco duros se tragaron. 
Reader Player One es una novela de Ernest Cline que homenajea a los juegos de los ochenta y a la cultura popular de la época. En un futuro decadente e infecto la gente huye de la cruda realidad escondiéndose en un mundo virtual en el que pueden desarrollar potencialidades impensables en las caravanas apiladas en las que sobreviven. El inventor y dueño de ese mundo alternativo al morir propone un juego cuyo premio será el hacerse con  su creación. La gran prueba requiere un profundo conocimiento de los videojuegos antiguos. Una historia para pasar el rato, bastante mal escrita, como es propio del género, y fácil de olvidar. Pero hay lectores a los que le ha cambiado la vida, como al neoyorquino Chris Kooluris, que desde la leyó decidió convertir su departamento en una sala de juegos, con máquinas de Pac-man, Donkey Kong, Street Fighter II y demás. El antojo le salió por veinte seis mil dólares, entre la compra de las consolas y la decoración del piso. Lástima que su novia no estuviera de acuerdo con el revival ochentero y le dejara plantado con sus comecocos y su tetris. 
Chris se consuela quedando con sus colegas para echar unas partiditas. Aunque le gusta vivir entre pantallas de cuatro colores y sonidos de plástico, reconoce que a veces echa de menos a su churri. Podía intentarlo con alguna de las bizarras guerreras del Street Fighter, porque en ese ambiente poco más va a pillar. Y si no que  venda toda esa quincalla y se compre una Xbox, que ocupa menos y no espanta a las chicas.

lunes, 27 de enero de 2014

Batman va saturado (II)

Al intentó quitarse a Batman de encima, pero dos directos al mentón le hicieron cambiar de idea. El justiciero dio rienda suelta a toda la tensión acumulada tras la larga espera. Le agarró del gaznate y apretó, apretó con todas sus fuerzas. Al estaba cambiando de color por momentos.
-Te lo advertí, te dije que cerraras el negocio, que dejaras de vender esa mierda a los jóvenes. -Entonces aflojó un poco para que la basura italiana pudiera responderle.
-No tienes ningún derecho. Soy un honrado empresario. Tengo todo en regla -respondió como pudo.
-Tú y los de tu calaña estáis acabando con el futuro de Gothan. Si os dejamos hacer, las nuevas generaciones se convertirán en una manada de zombis.
-Yo no obligo a nadie, entran por su propio pie.
-Te lo repito, deja de vender carne rebosante de grasa. Cierra este maldito burger y deja de convertir a la gente en monstruos de ciento veinte kilos.
- Vienen porque les gustan las hamburguesas, y tú no eres nadie para impedirlo, puto murciélago vegetariano.
- Los índices de obesidad se han disparado, el colesterol satura las venas cada día a más tierna edad. Con  tu maldita comida basura la gente se apoltrona en el sofá esperando la muerte mientras ve la tele.
- Y qué si eso es lo que les gusta.
- No mientras yo sea el guardián de Gothan, no mientras yo pueda impedirlo -y le atizó sin compasión. Una, dos, tres veces, hasta que perdió la cuenta y Al el sentido.
Se levantó y miró a su alrededor. Nadie se había atrevido a salir del burger, el chofer intentaba hacerse invisible tras el volante, al guardaespaldas ni el frío de la noche revivía. Calle abajo, una parejita que había desafiado las inclemencias del tiempo para comerse una super big con tres quesos y doble de pepinillos se quedó quieta en la acera al ver al justiciero enmascarado.
- Ya sabéis lo que tenéis que hacer -les espetó, y se fueron por donde habían venido.
De vuelta a la batcueva, con el alba pisándole los talones, Batman se dijo que la jornada había merecido el esfuerzo. Al menos había evitado que dos víctimas cayeran en manos de la carne sobresaturada. Era poco, pero era un comienzo. Y Al había aprendido una lección, iba a tenerlo enfrente si continuaba con su comercio mortal.
Antes de meterse en su guarida vio el sol plomizo del invierno colarse entre los rascacielos de su ciudad. Sabía que mientras él estuviera alerta, el mal nunca dormiría tranquilo en Gothan.

lunes, 20 de enero de 2014

Batman va saturado (I)

Gothan, lejana y sola desde lo alto. Las grandes venas de la metrópoli evacuaban su diaria carga de dolor, esperanzas incumplidas, soledad y desamor. La noche se cernía con su cargamento de sueños rotos mientras el lado salvaje de la ciudad se preparaba para tomar las calles.
Desde su puesto a la sombra de una gárgola que remataba un cansado edificio del centro, Batman vigilaba. El viento cortante como navaja no impedía al guardián de Gothan perder detalle de lo que pasaba al fondo de la calle. Llevaba muchas horas controlando aquel garito. La lluvia castigaba los ángulos rectos de los edificios mientras repasaba mentalmente el entramado de deficiencias administrativas, funcionarios corruptos y agentes de la ley que hacían la vista gorda necesario para que ese nido de podredumbre abriera sus puertas todas las noches como si de un honrado negocio se tratara. A cuánta gente habrá comprado el capo para que pueda pasear impunemente en un coche de cien de los grandes con dos bellezas neumáticas escoltándole como si fuera una estrella de la NBA, mientras mata poco a poco a la juventud de Gothan.
En la noche mostraba la ciudad sus heridas abiertas al frío del invierno. Los habitantes rumiaban sus existencias tras las paredes de sus refugios mientras se escondían de las dentelladas del temporal. Del garito salían un grupo de chavales, ninguno llegaba a los veinte. Batman apretó los puños, impotente. Nada podía hacer por ellos, salvo esperar a pillar al pez gordo con las manos en la masa.
Las horas pasaban monótonas. La lluvia seguía cayendo. El hombre murciélago continuaba al acecho, esperando su presa. Si sus informaciones eran buenas, hoy pasaría a recoger las ganancias. Poco faltaría para la medianoche cuando un cochazo paró ante la puerta del local. Era él, Al Giornelo, cuya familia controlaba todos los antros de mala muerte del centro.
No lo pensó. Saltó al vacío desde la alta cornisa. En el aire, uno de los batgarfios se fijó a una pared. Luego, ya cerca del suelo, otro se anudó a una farola moribunda, lo que le permitió frenar el salto y dar un giro para caer con los pies por delante encima del gordo seboso que se estaba estirando el traje tras bajar del coche. Con dos golpes certeros tumbó al guardaespaldas. El chófer tragó saliva y se estuvo quietecito dentro del coche.