Ya se sabe que de tanto amagar que
viene el lobo, acaba asomando el hocico. Lo mismo ocurre con el fin del mundo,
que llega un día en el que al final ocurre una desgracia. Según los últimos
cálculos exotéricos de posibilidades, el próximo 11-11-11 es una fecha propicia
para un cataclismo. No sabemos qué tendrá ésta que no tenga el 12-12-12,
perfecta para el mundo adocenado que padecemos, o el 13-13-13, cifra gafe por
excelencia, tanto que por ahora ni se contempla en el calendario.
El caso es que si no fuera por la
fotografía que acompaña el artículo este nuevo anuncio de Apocalipsis nos
habría traído al fresco. Pero el ver al todopoderoso Superman, o Clark Kent,
ciertamente desmejorado, rezando en la iglesia nos dice que la cosa está muy
mal.
Signos del fin se ven casi a diario: un
negro en la casa blanca, un notario a punto de entrar en la Moncloa, los
griegos que no pagan y el Real Madrid que sigue de líder. No podían ir peor las
cosas. Tal desaguisado no hay superhéroe que lo arregle, por mucho power que
tenga. Aunque la verdad es que siempre se han dedicado a los malos de opereta.
Nunca han podido nada contra la verdadera maldad, aquella que anida en los
consejos de administración y en los despachos gubernamentales.
Pero ver al bueno de Superman rezando
es para echarse a temblar. Si hay alguien que sabe de mundos terminales es él,
que tuvo que salir por patas de Kripton. Pero acabar en este planeta pachangero
es salir del fuego para caer en las brasas. Media vida batiéndose el cobre con
Luthor, Brainiac, Bizarro y compañía para acabar en la iglesia de la esquina
pidiendo sopitas.
Aunque igual todo esto no sea más que
otra maniobra publicitaria de DC, que en el enésimo reboteo de su universo,
quizás quiera atraerse a los lectores católicos, frikis donde los haya. Porque
estarán de acuerdo que se necesita muchas más dosis de credulidad para leerse
las batallitas de la Biblia que cualquier crossover de superhéroes, donde
salvan en el último instante el conjunto de todas las realidades con un simple
cambio de traje. En fin, que el día once saldremos de dudas.