Dentro de unos meses los
escoceses tendrán que elegir entre seguir pegados a las faldas inglesas o volar
por su cuenta. Visto el tirón que tiene por aquellas latitudes instituciones
tan vetustas como la monarquía, están buscando quien ocupe el trono de los
Estuardo, última dinastía que reinó en el país hasta principios del siglo
XVIII, y entronizarlos en la nueva y flamante Escocia independiente. Pero
parece que la descendiente más cercana de los Estuardos es Cayetana Fitz James
Stuart, a la sazón duquesa de Alba. Al menos es lo que especulan en el Daily
Express, creen los mal pensados que por meter miedo a los partidarios de la
independencia.
Como suele decir el
Borbón que nos ha caído en suerte, la corona es el símbolo de la permanencia y
unidad de la patria; y como de permanencia la de Alba sabe un rato, auguramos
siglos de felicidad a la nueva Escocia. Podrán romper las cadenas que les atan
a la Pérfida Albión y estrechar nuevos lazos con la tierra de la petenera. Ese
torrente de vitalidad mediterránea que es doña Cayetana teñirá de color las
calles de la sombría Edimburgo, una corte de muletillas y palmeros espabilará a
los taciturnos escoceses, la manzanilla se codeará con el güisqui, la bata de
cola y la falda escocesa abrirán al alimón los grandes saraos. Porque doña
Cayetana tiene porte y tronío para eso y más, que está en sus mejores años.
Más nos preocupa el
duque consorte, Alfonso Díez, que no lo vemos con la faldita tradicional y sin
nada debajo, no se nos vaya a resfriar. Aun así, la trayectoria vital de este
hombre es de biopic hollywoodiense protagonizada por Mel Gibson. Empezó de
funcionario de la seguridad social y acabará como testa coronada, además de ser
el primer palentino (hablamos de memoria, que no hemos consultado los anales)
en ser rey de Escocia. Para un amante de las antigüedades como él sentarse en
el trono de Macbeth tiene que llenarle de justo orgullo. Y por mucho que el
bosque de Birnam se eche colina abajo, a un castellano viejo como él no lo
mueven del trono ni con agua hirviendo.
Todos aquellos que se
hayan mostrado tibios con la desanexión escocesa ahora tienen un buen motivo
para apoyarla: vamos a ceder a una gloria nacional para que otra nación pueda
nacer. Y lo a gusto que nos vamos a quedar. Por el mismo precio podemos enviarles
un par de infantas, que aunque sea de florero les pueden hacer un apaño.