Hubo una época, allá en el pasado siglo, donde la música era analógica. Con suerte, en el bolsillo te entraba el paquete de ducados y el mechero, no cinco mil canciones como hoy. Estabas atado al tocadiscos y sus planchas de vinilo negro, formato canónico para todo melómano que se preciara. Pero los Lps eran caros y dificiles de llevar de un sitio a otro. Ahí entraban las cintas de casete, más pequeñas y cuyos reproductores podías llevar a la playa o donde quisieras. Además, contaban con la opción rec, con lo que podías piratear los sacrosantos vinilos y crear tus propias selecciones, mezclando Rafaela Carrá con Dire Strait y Peret, y el que no estuviera de acuerdo que se fuera a los billares a meter monedas en la máquina de discos.
El problema de las cintas era que su mecanismo fallaba más que una escopeta de feria, y los reproductores una birria que cada dos por tres trituraban la banda marrón, la masticaban y vomitaban despreciativamente. La ley de Murphy indicaba que la cinta siempre se trabaría en tu canción preferida, y tenías que armarte de paciencia para volver a su lugar los kilómetros de cinta salidos de madre. En esta operación de precisión eran imprescindibles los bolis Bic, punta fina o punta normal. Tenían el grosor ideal y forma octogonal para meterlos en el agujero del carrete y recoger.
Ahora que la música digital no da esos problemas el apaño del boli Bic se ha convertido en un deporte. Hace poco se ha celebrado en Córdoba una feria retro de videoconsolas y ordenadores, y el acto más llamativo ha sido la competición de rebobinado de cinta con Bic. Curiosamente, ha ganado un chaval de quince años que le ha dado cincuenta y un vueltas en treinta segundos. Con tan pocos años, el ganador igual cree que los casetes solo valen para darle vueltas con el boli. Seguro que más de un veterano, aunque desentrenado, le hubiera ganado, pero a muchos le subiría la mala leche al recordar cómo el maldito casete le destripó aquella cinta de grandes éxitos que tanto le había costado pillar. Lo único que está claro es que a estas alturas los casetes están acabados, pero los bolis Bic siguen dando que hablar, y que escribir.