lunes, 19 de septiembre de 2022

Sex appeal


 

 

Los adictos a los productos Apple hace poco tuvieron un gran día, se presentaron nuevos cacharros con la manzana del deseo a la espalda. Un evento de tal magnitud hace que los fans de la marca se coman la presentación en directo de pe a pa. Tal es así que según PornoHub, el principal proveedor de contenido con fines onanista en la red, la web experimentó una sustancial bajada de tráfico desde iphones. Literalmente, dejaron lo que tenían entre manos y pasaron a babear con los nuevos móviles. Los usuarios Android, en cambio, siguieron cascándosela como siempre, ajenos a las novedades de la competencia.

Acabada la presentación, y siempre según las estadísticas de PornoHub, los poseedores de iphones se pusieron manos a la obra, experimentando la página una subida de tráfico desde dispositivos Apple. Pensarán que querían recuperar el tiempo perdido, pero quizás, de manera inconsciente, se les puso dura al imaginarse con sus flamantes iphone 14 pro max con capacidad para almacenar la filmografía completa de las más audaces felatrices, una pantalla retina full panavisión donde la lujuria brilla en todo su esplendor, un procesador que reproduce mete sacas a la velocidad que quieras, sonido envolvente cuadrafónico para disfrutar de los gemidos de tu porno star preferida, y ram como para una orgía.

Resulta irónico que una marca tan mojigata como Apple tenga tantos usuarios pajilleros. Deberían explotar esa querencia de su clientela, que al final la pasta es lo que cuenta. Los nuevos relojes de Appel podían llevar un sensor para medir las veces por minuto que le dan al manubrio. Los datos, debidamente procesados, se convertirían en estadísticas para optimizar la actividad masturbatoria, que quererse a uno mismo necesita supervisión. Así se podían evitar comportamientos de riesgo, avisando a los onanistas compulsivos de que si no se moderan no les quedaran fuerzas ni para desbloquear su amado iphone.

lunes, 5 de septiembre de 2022

Superman, heraldo de Galactus

superman heraldo de galactus
Galactus Superman Dan Jurgens

 

Las historias de superhéroes transcurren en universos pop hipervitaminados, repletos de tipos dispuestos a romperse la jeta a la primera ocasión que se presente, malos a machamartillo, teatreros y megalómanos, y muchas tortas, puñetazos, tanganas, batallas y eventos apocalípticos. Al final nunca pasa nada, como mucho alguno se rompe una uña. Dos son los universos principales de estas aventuras bizarras, DC y Marvel. 

En el universo DC se encuentran asfixiantes ciudades góticas, feudo de magnates majaretas colgados boca abajo, héroes de derribo que llegan a las manos con hiperperpetradores tiñosos, morenas con látigo que lucen palmito ante amenazas tremebundas, correcaminos en mallas que marean la perdiz entre bostezos del personal, y otros superhéroes de atrezo repitiendo siempre la misma historia.

El universo Marvel es la patria chica de niñatos trepa muros con diarrea verbal, supersoldados paternalistas más rancios que el kentaki freak chicken, millonarios alcohólicos con armadura molona empeñados en perseguir el mal en vez de pagar sueldos decentes a sus empleados, manadas mutantes donde el más modosito te fríe las meninges con rayos telepáticos, y otros héroes desquiciados. 

En esta viñeta se produce la rara conjunción de los dos universos. Galactus, el mayor villano que te puedas echar a la cara, el devorador de mundos, condenado a errar por el vacío estelar y saciar su hambre infinita a base de una estricta dieta de planetas al punto de sal. Por parte DC, Supermán, chico bueno más soso que las acelgas  al vapor, superhéroe blindado que vence por aburrimiento del enemigo. Semejante tostón con los calzoncillos por fuera solo sirve de recadero, o dicho en tono épico, de heraldo de la mayor entidad cósmica,  con permiso de Thanos, que asola el infinito, el abominable Galactus. El insaciable depredador, aniquilador de toda vida, destructor planetario, azote estelar, genocida cósmico, triturador sideral y todo lo que se quieran imaginar, ha encontrado un criado a su gusto. Sólo nos queda echarnos a temblar