Acabamos de ver a la lideresa pepera de Madrid, doña Espe,
ante el juez excusándose con el manido ni lo sé ni lo conozco de nada para
explicar lo que sabía y lo que no sobre el caso Gürtel. En el banquillo de los
acusados todo vale para escurrir el bulto. Clásica la borbónica salida de yo
nada vi, yo nada sé, qué hago yo aquí, váyase usted. Otros en semejante trance
se muestran más imaginativos a la hora de echar balones fuera: que si fui
abducido por telépatas de Raticulín que
me obnubilaron para robar el banco, que me echaron burundanga en el colacao y acabé
robando bonito en escabeche en el super, o que unas voces dentro de mí me
obligaron a mover esos fondos para mobiliario urbano a mi cuenta suiza.
El caso que nos ocupa es un poco más elegante que los arriba
expuestos a la hora de exculpar. Un hombre ha sido condenado por un juzgado de
Cartagena después de que un niño le pegara un perdigonazo a su hija. El
interfecto, prima facie, amenazó a la víctima con la espeluznante expresión” te
voy a reventar la cabeza” Aunque no llevó a efecto su amenaza, los familiares
del pequeño rambo consideraron que podía estresar o incluso dejar trauma
indeleble en su belicoso churumbel, por lo que denunciaron al agresor verbal,
de tal manera que el padre de la víctima tiene que pagar noventa euros al del
gatillo flojo, que no sabemos si los gastará en más perdigones a se pasará a
los cartuchos.
El reo interpuso recurso alegando que la frase desencadenante
de la querella fue pronunciada en pluscuamperfecto de subjuntivo, tal que “te
hubiera reventado la cabeza”, que solo indica hipótesis o deseo, no como el
indicativo, modo que se refiere a una acción real. La estrategia lingüística del
penado no dio los frutos deseados, que el tribunal se reafirmó, tras recabar
todos los indicios, en el uso del indicativo con intención de amedrentar al
angelito armado con una pistola de balines.
Hábil el recurso, pero jugar con la conjugación no le eximió
de la pena. Si le hubiera dado una pescueza al crío le habrían empapelado por
crímenes contra la humanidad. El único consuelo que le queda al pobre hombre es
renegar de la justicia en presente de indicativo, pero en su casa, no le vayan
a oír.