Sevilla tiene un color
especial, sobre todo en la feria de abril, cuando todos la ven tras el filtro
de las copas de manzanilla. Pero les sabe a poco, y en referéndum popular han
decidido ampliar dos días más el cachondeo. Normal, con lo achuchada que está
la vida se necesitan más días para olvidar la realidad, esa desaboría que tan
mal fario da.
Las empresas
demoscópicas no se han mojado a la hora de adelantar el resultado vistas sus
últimas meteduras de pata, pero estaba cantado, por bulerías y peteneras, que
el sí iba a ganar de calle. La participación ha sido más que floja, solo un 8%
del censo, pero es que la peña ya está reservando fuerzas para el sobre
esfuerzo festivo que les espera. De los participantes, el 80% ha dicho que la
fiesta no pare, no pare. La iniciativa surgió del grupo de I+D del ayuntamiento,
como una propuesta para reactivar la achuchada economía de la ciudad, y los
ciudadanos se disponen a sacrificarse por su patria chica. Si hiciera falta, se
está estudiando la posibilidad de hacer una semana santa de quince días, que la
Macarena ya ha dicho que si hay que meter horas por el bien de la feligresía se
meten, que Sevilla bien vale una misa.
Con esta ampliación las
charangas y chirigotas al menos tendrán trabajo extra, y hasta ATUN (Asociación
de tunas nacionales) ha mandado un comunicado apoyando una media a su juicio revertirá
en el tejido económico y jaranero de la capital bélica. Nosotros seguiremos lo
más lejos posible de aquel sindios, que ocho días seguidos escuchando sevillanas
pueden acabar con las pocas neuronas que aun nos responden.