Que el colegio es una prisión atenuada para muchos niños es
algo que no nos pilla por sorpresa, que los pobres angelitos viven presos entre
el pupitre y el encerado mientras el profe repite monótono la tabla periódica es
una cruda realidad infantil, pero la utilización de técnicas propias de
Papillon y la precocidad de los protagonistas es lo que nos ha llamado la
atención de este caso.
Un buen día en la guardería Komsomolskyaya Pravda, en los
Urales, según llegan a la derecha, descubrieron que les faltaban dos críos de
cinco años. Tras una rápida investigación encontraron un agujero bajo la valla
del jardín por el que presuntamente se habían fugado. La investigación
posterior sacó a la luz que los mocosos llevaban días preparando la fuga y que
utilizaron para abrirse paso las palas de juguete con las que sus compañeros
hacen inofensivos flanes de arena o castillos. Una vez alcanzada la libertad no
fueron a disfrutarla al parque del pueblo y jugar ellos solos en el tobogán o
remolonear por las calles plácidamente. Se dirigieron a un concesionario de
Jaguar con la intención de comprarse un deportivo. Su plan se truncó al verles
una mujer andando solos por la carretera y llevárselos a la comisaría.
Apuntan maneras los críos. Si con cinco años estuvieron a punto
de darse el piro de la guardería, con veinte no habrá quién les eche el guante.
No sabemos cómo pensaban pagar el coche, si con cheque sin fondos o a tocateja
después de pasar por un banco a retirar efectivo por las bravas. A pesar del
incidente, los padres de los protagonistas no han puesto ninguna queja contra
la guardería, y seguro que tampoco se han atrevido a castigar a sus
churumbeles, no sea que los pongan firmes.
El que puede estar tranquilo es Putin, las nuevas
generaciones rusas vienen pisando fuerte. Tanto, que como se despiste cualquier
día le dan la patada a él.