lunes, 26 de noviembre de 2012

Cibercucarachas





La cucaracha es el ser vivo por antonomasia. Humilde, hacendosa, discreta, lleva 300 millones de años a lo suyo, indiferente a cataclismos, glaciaciones, estinciones y demás vaivenes geológicos o biológicos. Habitante de la oscuridad, señora de la suciedad, gracias a ella la mugre se siente acompañada, las grietas bullen de vida, por las rendijas fluye el río vital de su lento laborar. Mientras nosotros, recién llegados a la escuela de la vida, las miramos por encima del hombro pensando que sus antenas a ras de suelo nunca nos harán sombra, ellas siguen revolcándose entre la basura que con tanta liberalidad les proporcionamos.
Pero ahora van a dar un gran paso en la escala evolutiva, van a fusionar su organismo a pruebas de bombas H con la última tecnología. Científicos de North Carolina State University han colocado unos implantes biónicos a estos incombustibles insectos gracias a los cuales pueden dirigirlos por control remoto. Con solo tres electrodos, uno conectado al abdomen y otro a cada antena, estos visionarios hombres de ciencia consiguen que vayan a donde se les antoje.
Se pensarán que para qué carajo sirve teledirigir cucarachas. Para fardar con los colegas, para darle un susto a alguna ñoña hipersensible y poco más. Pero aquí las grandes beneficiadas son las reinas de las basuras. El hombre no es más que la mano del destino, un actor necesario pero involuntario en el gran diseño de la evolución en el que ellas acabarán en la cúspide. Ahora que van a empezar a fusionarse con las máquinas no habrá fuerza que las detenga. Profetizamos que su ascenso será irresistible, que colonizarán hasta el último confín del planeta, serán más numerosas que las arenas del mar y su reino no tendrá fin. Nosotros no somos más que unos arrogantes simios venidos a más, un accidente de la evolución, donde ellas son corredoras de fondo. Escrito queda, las cibercucuarachas heredarán la tierra.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Brillar y brillar




Según los astrofísicos, esos sesudos señores que están todo el día con la cabeza mas allá de la luna haciendo censos de los cuerpos celestes, todas las estrellas que han sido o serán están ya colgadas en el cielo. Lo dice uno de esos herméticos estudios que al común de los mortales nos resultan tan misteriosos como las trompetas del apocalipsis: el 95% de las estrellas que tienen que nacer en el universo ya están en su lugar, brillando estremecidas en medio del vacío estelar.


Es una noticia muy importante porque de ahora en adelante cuando se queden embobados mirando una noche estrellada piensen que ésta es toda la cera que arde, que nunca verán tantas luminarias como ahora ven. Nuestro universo  está en su máximo esplendor en cuanto a luz y calor, y que en el porvenir  su brillo irá menguando lenta e inexorablemente hasta que un lejano día el frío interestelar lo domine todo. No se me alteren que todavía quedan unos cuantos eones para que el olvido se lo lleve todo por delante. Tenemos tiempo para perderlo en nuestras pequeñas querellas, en fiarlo todo a dioses decrépitos o a banderas de colorines. Mientras tanto, algunos seguiremos contando estrellas.

lunes, 12 de noviembre de 2012

El patito feo




La vida conyugal de Jiat Feng, de los Feng de toda la vida, era todo lo feliz que puede ser la de un chino de clase media. Llevaba varios años casado con una mujer bien parecida en concordia y armonía, por lo que la llegada de su primer retoñó no haría más que colmar de felicidad a la pareja. Desgraciadamente, cuando el bebé entró por la puerta el amor saltó por la ventana.
El señor Feng no pudo lograr el deseo de todo padre de verse reflejado en la cara de su hija. El caso es que tampoco se parecía a su mujer. Para colmo, algún allegado le comentó lo poco agraciada que era la condenada. El nuevo padre no tardó en sumar dos y dos y en tachar de infiel a su esposa. La pobre le dijo que era cosa muy fea acusar de hechos tan graves sin más fundamentos que la hechuras de la niña, pero tras denunciarla ante las autoridades, acabó confesando la verdad.
La buena esposa del señor Feng en tiempos había sido tirando a feucha, por lo que puso remedio pasando repetidamente por el quirófano, donde se dejó la friolera de cien mil dólares, hasta que no la reconoció ni la madre que la parió. Pero como la cirugía estética todavía no se aplica a nivel genético la niña le había salido más fea que pegar al padre con un calcetín sudado.
Descubrir a toro pasado que te ha tocado bailar con la más fea no es plato de buen gusto, por lo que el señor Feng interpuso una demanda de divorcio y reclamó una indemnización por sentirse engañado. Y el juez le dio la razón, afeando la conducta de la esposa y obligándole a pagar otros ciento veinte mil, con lo que al final a la pobre mujer le ha salido su aventura matrimonial por un ojo de la cara. No sabemos quien se ha quedado el churumbel de la discordia, pero todo hace suponer que el marido burlado no estaría por la labor de verle la cara a diario.
Ahora tocaría ponerse moralista y afear la conducta del señor Feng, solo interesado en el aspecto externo de su pareja, pasando por alto las grandes prendas morales que sin duda la adornaban y que la llevaron hasta el sacrificio  del quirófano por mor del éxito conyugal. Pero la verdad es que lo único que se le pasaba por la cabeza al buen hombre era aquella canción de los Sirex que reza que se mueran los feos.




lunes, 5 de noviembre de 2012

Descanse en pub


Si la muerte me pilla borracho que sea en el bar es el deseo de muchos aficionados a castigarse el hígado, y algunos como Mark Howells lo consigue. Murió al pie del cañón, en el baño de caballeros de un pub de Aberdale en Gales un viernes a la tarde. Era un buen cliente, que lo suyo fue intoxicación etílica, y una gran pérdida para sus allegados y para la caja registradora. El dueño del pub se dio cuenta de que la imagen del local se resiente cuando te encuentras un fiambre en el excusado, y más en fin de semana. Y el papeleo que trae, con el cortejo judicial incomodando a los señores clientes y el juez de guardia maldiciendo la suerte de tener un levantamiento de cadáver en retrete, que es difícil manejarse en tan poco espacio con muertos que no están por colaborar.
Así que el avispado hostelero dejó pasar el finde sin dar parte del óbito de su cliente vip para no perjudicar la recaudación. Junto a la señora de la limpieza instalaron al bueno de Mark cómodamente en una habitación encima del bar. La señora dejó la escena del deceso como los chorros del oro que por más que los de la científica pasaron el algodón ni una mala prueba hallaron.
Pasado el fin de semana colocaron el cadáver donde diera su último suspiro, avisaron a la poli y aquí paz y después gloria. Pero no, la colaboradora necesaria fue presa de horribles pesadillas en las que el muerto era protagonista estelar. No pudo resistir la presión y el mismo día que enterraban al parroquiano fue a la policía y cantó de plano.
El trasiego de difuntos sin la debida documentación y sin el permiso de la autoridad le va a costar al dueño del pub quince meses de prisión. Según el juez su comportamiento fue de una total falta de respeto al muerto. Estamos seguros de que si le hubieran pedido al interfecto su opinión no hubiera sido tan duro, que es mejor el velatorio al lado del bar en el que bebió toda su vida que en esos asépticos tanatorios donde lo más que puedes meterte entre pecho y espalda es un desangelado café de máquina.