Aunque los mantecados son dulces más navideños que pascuales, los del
santo cristo amarrado a la columna se han ganado a pulso un hueco entre
los golosos penitentes. Mientras sus papilas se derriten empalagadas
por la grasa edulcorada harán memoria del episodio en el que ningunean
al hijo del hombre y lo atan cual acémila para redimirnos de nuestros
supuestos pecados. Semejante acto de entrega, a la gula, forzosamente
tenía que ser de marca registrada, aunque la patente sea de algún
jerarca católico, que la fe no está reñida con hacer caja.
Los
polvorones del cristo ensogado son los patrocinadores oficiales de
conocidas cofradías, como la de la Ostia Demediada o la de las Tres
Marías Amorradas al Copón, devotos grupos vestidos de inquisidores
picudos que desfilan al toque de clarines y tambores para mayor gloria
de dios. En estos días de pasión tienen preparada una promoción
penitencial irresistible. Comprando tres cajas de mantecados les
regalarán un práctico cilicio para que castiguen el cuerpo mientras
atacan a los mantecados. Comprando seis cajas entran en el sorteo de una
mortaja o una capa zamorana, a elegir. Y si se hacen con nueve cajas
recibirán una indulgencia plenaria firmada por el mismísimo obispo de
Mondoñedo, y así beber todo lo que quieran para bajar tanto polvorón.