Cumplir con las obligaciones profesionales siempre ha sido tarea dura, pero en estos tiempos de pandemia llega a ser labor heroica. Hoy traemos el caso del esforzado docente Patrick Wilson, que imparte su magisterio así se pare el mundo. Este profesor mandó un correo a sus alumnos avisándoles de que debía cancelar alguna clase y retrasar un examen. Uno de los estudiantes le preguntó a qué se debían los cambios en la programación. El señor Wilson le respondió que le habían disparado y estaba en urgencias a ver si le sacaban el plomo del cuerpo. Como las desgracias no vienen solas, le hicieron una prueba y dio positivo en coronavirus. No se sabe si llevaba mascarilla cuando fue tiroteado, así que bien pudo pillar el bicho en otro sitio. Por ejemplo, en una discusión con su mujer, que le estaba engañando con otro. No hay datos sobre si los tiros tenían que ver con los devaneos de su cónyuge, si el virus se lo pegó algún alumno o el amante de su mujer estornudó sobre su cepillo de dientes. Sea lo que sea, a esto se le llama tener una mala racha, o ser gafe de manual. Pero el hombre, con el cuerpo y el alma dolorida, no olvidó a sus alumnos, informándoles de que si el lunes siguiente seguía vivo, tendrían examen.
El deber ante todo, que lo del covid y el tiro le pasa a cualquiera, y con las mujeres ya se sabe. En un correo posterior les dijo a sus alumnos que esperaba que en el examen, que sería on line, no le engañaran como hizo su esposa; bastante cruz es que te ponga los cuernos la parienta como para que también lo hagan tus estudiantes. Se preguntarán qué más puede pasarle al señor Wilson, pero mejor no tentar a la suerte, ni siquiera él está libre de una inspección de hacienda, o que su nuevo vecino sea un enamorado del trombón de varas. Ojalá haya tocado fondo, pues solo le queda mejorar en lo personal, no lo en lo profesional.