Todo español de orden echa de menos a Mariano Rajoy,
expulsado de la presidencia con alevosía por la hordas bolivarianas y
separatistas. Desde aquel funesto día nuestro ídolo ha mantenido un perfil
bajo. Nada que ver con Felipe González, muñidor financiero de alcance
planetario, Aznar, gran oráculo de la derecha, o Zapatero, autonombrado
embajador de buena voluntad para disquisiciones bizantinas. Todos estábamos en
vilo por saber dónde nos deslumbraría de nuevo Mariano, hasta que ha explotado
la bomba. Marca, papel generalmente bien informado sobre el mundo del patadón,
afirma que nuestro hombre sopesa presentarse a la federación española de
futbol. También se baraja la opción del pan sin sal de Casillas, pero no
creemos que ese pasmado saque de sus casillas a Mariano. Otro al que le gustaría
el puesto según rumores sería Albert Rivera, que tras hundir C’s aspiraría a
hacer lo propio con el emporio del balón. La verdad, Rivera está llamado a más
altas empresas, como organizar la reventa en los conciertos de Malú.
Visto en perspectiva, sospechamos que toda la carrera
política de Rajoy en realidad no era más que una sutil maniobra envolvente
destinada a poner el huevo en la federación. Su paso por el gobierno estuvo
destinado a allanarse el camino a mandamás de asuntos futboleros, único tema
que en realidad le interesa. No olvidemos que el fútbol es el área más casposa
y carpetovetónica que podamos imaginar, hogar de seres abisales, nido de
marrulleros, reserva espiritual de macho ibérico, y escaparate de chulopiscinas;
todos ellos encantados de que uno de los suyos los pastoree. Pero además
Mariano tiene un no sé qué de campechano que enamora, un toque de señor de
casino provinciano que pasaba por allí y nunca ha roto un plato, que conviene
mucho a un puesto donde van a estropicio diario.
Lo bien que luciría nuestro Mariano en el palco con uno de
sus puros mientras sobres van y vienen. El mejor lugar para un registrador de
la propiedad está cerca de un campo, sea de futbol o de patatas. No conocemos
su programa, pero aventuramos que será el de siempre: si funciona no lo toques,
y si no funciona tampoco. Bajo su sabia mano la furia española reviviría días
de gloria, le metería 12-0 a Andorra o al Vaticano, el Viva España de Manolo
Escobar se cantaría como himno oficial, y la figura de Manolo el del Bombo
sería exaltada a santo patrón de todos los forofos furibundos.
Pero el partido no acaba hasta que pita el árbitro, y no
está todavía todo atado. La joven España de Vox también ansía la preciada
poltrona. Ortega Smith se ha propuesto iniciar la reconquista desde el área
pequeña, subiendo por la banda derecha, driblando a un podemita, dejando
sentados en el círculo central a un perroflauta y a un filoetarra, y encarando
la portería contraria, donde de un derechazo bate al portero transexual. Pero
de nada valdrán esas filigranas ante el pico de oro de Mariano, que bien sabe
que este país está lleno de españoles mucho españoles que hacen cosas, y que
todo hijo de vecino quiere elegir a Mariano para que lleve la roja a la Rioja y
si eso ya tal.