lunes, 22 de febrero de 2021

La vacuna

vacunas

 

A la delgada Elvira el pinchazo pareció traspasarle el alma. No había vuelta atrás, estaba inoculada. Ella, recalcitrante como pocas a las vacunas, había sucumbido víctima del miedo. Eran muchos meses de angustia, escondiéndose del bicho, manteniendo las distancias, desinfectándose a cada paso, bombardeada por miles de estadísticas; no podía más. Necesitaba un poco de paz, y a pesar de sus miedos acabó creyendo que solo la vacuna se la proporcionaría. De camino a casa su mente estaba alerta a cualquier manifestación extraña de su organismo. Pasó ante un edificio coronado con las maléficas torres de telefonía, pero no se sintió dominada por el satánico 5G. Quitando la molestia en el brazo, nada parecía fuera de lo normal. Según pasaba la tarde se fue tranquilizando. La modorra después de comer, el zapeo desganado, el paseo por el parque, todo sucedía sin mayor complicación. Aun así, aquella noche tuvo pesadillas en las que sentía cómo los nano robots que corrían por sus venas la obligaban a suscribirse a perpetuidad a Office 365 y donar su cuerpo al pentágono. Pero cuando amaneció vio que el sol había salido por el mismo lugar de siempre y su vieja cafetera seguía desprendiendo ese olor que le recordaba lo bonita que era la vida. Quizás no fuera para tanto, pensó Elvira, las farmacéuticas, Bill Gates y los demás seguro que tenían mejores cosas que hacer que convertirnos en zombis. Aquella mañana fue al mercado con una calma que hacía mucho que no sentía. Estuvo hablando y haciendo bromas con unos y otros. De vuelta a casa, en un gesto travieso, se bajó un poco la mascarilla en una calle poco transitada y dejó que el aire acariciara su piel lechosa. Parecía que todo volvía a la normalidad, nada mejor que celebrarlo haciendo su plato favorito, tortilla de patata. Peló las patatas y cuando las estaba cortando en cuadraditos una voz retumbó en su cabeza:

−Saludos desde la nave nodriza de Raticulín −a Elvira del susto se le cayó el cuchillito de pelar patatas. Miró a derecha e izquierda buscando el emisor de esa frase que sonaba a chufa revenida.

− ¿Quién eres? ¿Dónde estás? −preguntó asustada.

−Venimos del planeta Raticulín, en la constelación de Orión, somos la última esperanza de la humanidad −respondió la voz gangosa del espacio exterior.

− ¿Qué queréis de mí? −preguntó mientras los sofocos la dejaban sin aliento.

−Al vacunarte pasaste a formar parte de nuestro ejército en la Tierra.

− ¡No! ¡Lo sabía! ¡No debí vacunarme! ¿Qué queréis hacer conmigo?

−Tu voluntad nos pertenece, no intentes resistirte.

− ¡No! ¡No!

−Es inútil, cualquier orden que te demos la cumplirás sin rechistar. −Elvira percibió que no tendría fuerzas para negarle nada a aquella voz que sonaba en su cabeza.

−Se hará lo que ordenes −respondió sin ninguna fuerza de voluntad.

−Desde hoy en adelante, es nuestro deseo que las tortillas de patatas se hagan a base boniatos −legisló con toda la solemnidad posible la voz que sonaba a horchata agriada.

−Pero eso es una locura, una aberración −intentó resistirse, semejante atrocidad le rechinaba en las entrañas.

−Y quedará terminantemente prohibido echarle cebolla −sentenció el oráculo de Raticulín.

−Este es el nuevo orden mundial, estamos perdidos −musitó Elvira mientras cogía el abrigo para ir a comprar boniatos.

 

lunes, 15 de febrero de 2021

Modo borracho

Ir mamado siempre tuvo sus inconvenientes, pero desde que llevamos en el bolsillo ese artefacto multiusos llamado móvil los peligros se han multiplicado. Antes de su aparición, cuando ibas manga los daños ocasionados por el alcohol estaban localizados. Como mucho te miraba con cara de ajo la tía a la que le entraste con lo de este cuerpo lozano te traigo en ofrenda, o te prohibían la entrada en el garito donde hiciste un calvo encima de la barra. Ahora el teléfono se ha convertido en un testigo incómodo, cuando no en un maldito chivato que te busca la ruina.

Ya sabemos cómo son estas cosas, sale uno a tomarse unas cañas y se acaba liando. Dependiendo del aguante de cada cual, a partir de cierto momento la peña pierde el contacto con la realidad y pilla fuerza para cantarle las verdades del barquero a cualquiera. Cógeme el cubata, voy a llamar a mi jefe para decirle que es un negrero, hasta el moño me tiene de sacarle las castañas del fuego. Te vienes arriba y entras en una espiral donde ni los reyes del mambo pueden hacerte sombra. No te puto pilles le gritas en un mensaje de voz a la administradora de fincas que os lleva los papeles de la comunidad. Te haces un turbante con papel higiénico y subes unas fotitos a Instagram declarando a la Pachamama patrona de Castellón. Un TikTok ejecutando un perreo pretendidamente iconoclasta no puede faltar, aunque más parezcas una anguila escurriéndose por el lavabo. Acabas la noche de farra con unos selfies hechos junto a papeleras o anuncios de hemorroides, y a dormir la mona. Pero es lo que tienen las cosas modernas, que el estropicio no acaba ahí. A la mañana siguiente, mientras negocias la resaca, descubres que has llamado terroristas a los seguidores en Facebook de la mancomunidad agropecuaria de la cuenca del Segura, y que armaste un revuelo en un chat de Telegram de ajedrecistas diabéticas relacionando la defensa siciliana con la yakuza. Como guinda del pastel, te llega un mensaje de Aliexpress donde te dan la buena noticia de que el tractor que compraste está de camino.

Este no es más que un caso hipotético, para que vean lo peligroso de ir bolinga con el móvil. Como somos unos inconscientes con la botella en una mano y el terminal en otra, la compañía china Gree Electronics está desarrollando un modo borracho y evitar desmanes a dos manos. El modo borracho limitará las funciones del teléfono e intentará sortear la catástrofe. Lo que no queda claro es cuándo entraría en funcionamiento el nuevo modo, si al activarlo el dueño, si tiene un alcoholímetro incorporado, o si se bloquearía el aparato cuando el micrófono detectara el Asturias patria querida a más de cuarenta decibelios. A buen seguro que será de gran utilidad para muchos borrachos profesionales. A los demás nos bastará con el modo avión, que para llamar al 112 si no nos tenemos en pie sobra.


 

lunes, 1 de febrero de 2021

Política tabernaria


 

La lideresa pepera de Madrid, Díaz Chisgarabís Ayuso, maquiavélica de cotolengo, ha tenido tiempo entre despropósitos y melonadas para cocinar los presupuestos de su comunidad. Si quiere sacarlos adelante necesita el beneplácito de Vox. Rocío Meapilas Monasterio le ha dicho que las negociaciones tendrán que ser en un bar a las nueve de la noche, por aquello de apoyar a la hostelería y saltarse el toque de queda. Parece que quieren repartir(se) los presupuestos entre patatas bravas y tablas de ibéricos. Lo de la Monjasterio es una de las mil necedades a las que nos tiene acostumbrada la derechita chulita desde que les han dado voz y voto. Tachan de asesino al ministro de sanidad y a renglón seguido llaman a llenar los bares. Si luego algo sale mal la culpa del coletas o del contubernio comunista bolivariano, y suma y sigue.

Nos preguntamos de qué dehesa se han escapado los de Vox, en qué vertedero de la historia se escondían. Desgraciadamente, siempre han estado ahí, arropados por su partido madre, esperando su oportunidad. Son españoles sin complejos ni etiquetas, pero a poco que mires se les ven las costuras. Esta cofradía más rancia que el palo de un gallinero está llena de cayetanos descamisados, generales gagás, escopeteros con más balas que neuronas, gente de lidia y lodo, además de pijos mermados. Estas frutas podridas del fondo del cesto son tricornios tridentinos, patriotas de pasodoble, bocachanclas espídicos, liberales trapisondistas, hijas putativas de sor Patrocinio, canis con ínfulas, monárquicos lameculos y atorrantes de todas las clases. Todos ellos son novios de la muerte, cuñados adictos al carajillo, matasietes de mear en pared. Son una unidad de destino en la mediocridad, acaudillados por Santiago Machomen Abascal, cuya divisa es a dios rogando y con el mazo dando. En el bando de este nuevo Monipodio el programa es convertir el país en un cortijo donde a salida de misa mayor el señorito y el cura repartan las migajas con la plebe. Y a todo el que no españolee como ellos quieren palo y tente tieso.

Vox es a la política lo que los torreznos a la gastronomía. Su proyecto, más allá de sembrar cizaña, es una entelequia mayor que la sabiduría fallera. Abascal tiene la misma talla de estadista que un bote de pimentón, normal que la Monjasterio vaya al bar a negociar, les puede el olor a fritanga. Solo utilizan la cabeza para embestir. Pero se van a dejar los cuernos en el intento, aunque los demás nos llevemos algún dolor de cabeza.