lunes, 29 de diciembre de 2008

Perdidos con el navegador



Cualquier persona que se precie de estar al día no puede dejar de tener un GPS, artefacto perverso, juguete rabioso que todo geek intenta meter en cintura, mucho nos tememos que en vano.
La teoría nos dice que el trasto es una moderna brújula que no solo marca el norte sino el sur o cualquier remoto punto del globo al que queramos llegar. Muy útil para camioneros, representantes de capas zamoranas o jamones, viajantes de muebles y otros seres nómadas. Pero todos quieren tener la pantallita en el salpicadero del coche a pesar de que los cuatro trayectos que recorre normalmente los puede hacer a ciegas. Pero llega el finde en que quiere visitar aquel coqueto pueblo serrano o el lugar donde Almanzor perdió el tambor y le meten al navegador los datos pertinentes y a pesar de la lógica y los carteles digan que van en dirección contraria, seguirán a pies juntillas las órdenes del aparatito de marras. La fe ciega en la tecnología o la simple cabezonería hace que hasta que no divisen la bahía de Cádiz no se convenzan de que no están en los alrededores de Calatayud.
Los que no estarán de mucho humor para comprar GPS son los hasta ahora tranquilos habitantes de Wedmore, bucólico pueblecito al suroeste de Inglaterra. Hasta hace poco un remanso de paz, con casonas antiguas y calles empedradas que como mucho aguantaban los coscorrones de los borrachos que trastabillaban al salir del pub. Desde que ha salido la moda de los navegadores, el pueblecito se encuentra en el camino más corto de varias rutas, con lo que ahora tienen 1500 camiones al día por sus calles y a los vecinos de los nervios.
Como ven, no siempre el camino más corto es el correcto. Esto no ocurriría con el sistema tradicional, fijarse en los carteles y preguntarle a los paisanos, que seguro que también les mandan en dirección contraria, pero se ahorrarán el pastón que vale el GPS. Además, la gente es más condescendiente cuando te pierdes tú solo que cuando estas dos días dando vueltas a la provincia de Cuenca siguiendo las instrucciones de la caja tonta y con un humor de perros.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Económico menú navideño

De grandes cenas están los cementerios llenos, y las huchas vacías. De darse el festín en estas fechas de crisis más vale apretarse el cinturón antes de sentarse a la mesa que soltárselo al levantarse y después pasar un mes a huevos pasados por agua. Hoy les ofrecemos un menú frugal para su estómago y ligero para su bolsillo, cocina de autor, fantasía en la presentación, vanguardia en la conjunción de texturas, sublime deconstrucción de los frutos de la mar, todo por cuatro perras.

Empezamos con unas nécoras a base de salchichón, yema de huevo y aceitunas, rompedora propuesta con la que abrir boca.

Sobre una base de pan junto al socorrido salchichón y chóped, aquí tenemos una langosta postmoderna que decora cual una de verdad y con menos ácido úrico.


Y para finalizar los entrantes, vieiras a lo pobre, todo el sabor de la mar con un melocotón y un puñado de arroz.


Tras estas delicatesen, llega el momento de la cocina internacional con una soupe en sachet a la que añadiremos unos menudillos de pollo para darle un toque racial.

De plato estrella, melón relleno de panceta. La elipsis vegetal conteniendo toda la energía de uno de los reyes de la creación. Receta con carácter, abstenerse tiquismiquis.

Y de postre, además de turrones, falafel garrapiñado, sentido homenaje a la cocina étnica y a la alianza de civilizaciones de ZP.

No olviden que no solo se trata de llenar el buche, sino de confraternizar con el prójimo, ya sea de la familia o sobrevenido, deshacerse en buenos deseos, brindar por la paz mundial, la concordia universal, cantar lo de los peces en el río y la misa del gallo, y no morir en el empeño. ¡Ánimo a todos!