La obra estaba consiguiendo el éxito del
respetable a pesar de los esfuerzos de Cómodo y Tranquilo por reventarla. El
público gozaba del ridículo en el que estaban poniendo al gobernador, y
Pomponio, bajo la careta y el pelucón de Próculo, sentía el aplauso y más
imitaba las maneras de Próspero, que no se atrevía a suspender la
representación por miedo a que se soliviantara la plebe. Además, los
sacerdotes, magistrados y demás tribunos también reían por lo bajo la sátira
del histrión. Menos mal que su dulce esposa no estaba presente para ver cómo le
abochornaban.
Ya avanzada la obra, se produjo el
encuentro entre los amantes en una esquina del escenario, mientras en la otra
esquina Protopito intentaba distraer a Próculo para que los tortolitos puedan
estar a sus anchas.
Protopito: ─Mi señor Próculo, sepa que su
mujer no tiene ojos más que para usted.
Próculo: ─Ya, pero no soy el único que
tiene ojos para ella, por eso la vigilo con los dos, aún más, con los tres ojos
que tengo.
Actimelia: ─Yogurino, amado mío, libérame
de esta prisión en la que ciega permanezco.
Yogurino: ─Mi amor, si es necesario, te
daré mis ojos para que veas la luz, y
echaré a tu marido a lo más profundo del puerto con una piedra al cuello para
que vaya con su cháchara a los chicharros.
Protopito: ─Y que todos sus pensamientos
van dirigidos a usted.
Próculo: Sí, pero últimamente se me antoja
que sus pensamientos se dirigen a ponerme más cornamenta que al Minotauro. Pero
no, que vive en la riqueza gracias a mí.
Actimelia: ─Para qué quiero riquezas si
comparto lecho con una momia, por Júpiter, que se parece al cuñado de Ramsés.
Yogurino: ─Yo mismo con mis manos he de
meterle todos sus cuartos por el ojo del culo, ya que cree que el amor se
compra con dinero.
Protopito: ─Y los relatos de sus gestas
inflaman su corazón.
Próculo: ─Bien sé que mis victorias la
encandilan, que no más empiezo una siempre me dice “no sigas, no sigas, que me
emociono”.
Actimelia: ─Ya no puedo más Yogurino, antes
hacerle la manicura al airado Marte o fregar de rodillas la fragua de Vulcano
que volver a escuchar una de sus batallitas.
Yogurino: ─Yo le cerraré para siempre la
boca a ese carcamal, que todo el mundo sabrá cuantas ristras de cebollas vendió
en cada batalla, y abriré la tuya a besos.
Protopito: ─Bien se ve en sus ojos que el
señor hace feliz a su mujer.
Próculo: ─Cierto es, que con los años y la
experiencia, un poco que haga uno es mucho, y aún diría más, que las jovencitas
siempre han preferido los hombres maduros.
Actimelia: (echándole mano al paquete de su
amante) –Quiero, Yogurino, beber de la fuente de tu juventud y olvidar a mi
viejo marido, que no es fruta madura sino manzana pocha caída del árbol.
Yogurino: ─Bébeme y cómeme, démonos un
banquete mientras Protopito hila la hebra con tu plomizo consorte.
Y Actimelia, interpretado por Turbo Multo,
pues las mujeres no estaban bien vistas en el escenario, empezó a usar de sus
artes de volatinero y contorsionista para montar una serie de poses lo más
procaces posibles junto a su Yogurino, mientras Próculo se iba por las ramas
contando su triunfo en la batalla de Trapisonda. “Fóllatela, fóllatela, e irás
a galeras”, “a ti tampoco se te levanta, Próspero, por eso quieres que los
demás estemos a pan y agua”, “caballo viejo no puede con yegua joven” y gritos
similares se oían por doquier. El público, ya completamente desmadrado, reía y
jaleaba a los amantes que en escena componían posturas amatorias nunca vistas.
─¡Esto es lo que entiendes por comedia
edificante, esto es lo que escribes para defender la familia y el matrimonio!─
le gritó Próspero a Sexto mientras le arreaba un pescozón entre el pitorreo
general del auditorio. ¡Dos jovenzuelos fornicando como conejos y un esclavo
burlándose de su amo!
─Es lo que mejor conviene a la economía de
la comedia─ atinó a decir Sexto, que no veía llegado el momento de estrujarle
el pescuezo a Pomponio, morder así la mano que le da de comer.
─¡Te voy a hacer comer tu comedia, y aún
más, no voy a economizar esfuerzos hasta desterrarte al más remoto lugar que
pueda hallar!─ le gritaba al oído mientras le tiraba de la oreja.
Mientras, en el escenario Yogurino y
Actimelia seguían con sus juegos acrobático─sexuales escenario arriba y abajo,
cada vez más crecidos ante los vítores del público. En uno de estos lances dio
un traspié la juguetona de Actimelia, agarrándose para no caer a los cortinones
que cerraban el frente escénico que estaba sin rematar. Al caer parte de la
cortina, apareció tras ella Quinto con Julia, que aprovechando la discreción
que le ofrecía ese escondite, había puesto a cuatro patas a la sobrina de
Augusto con la saludable intención de hacerle olvidar su jaqueca. La gente
cuando los vio follando allí en medio rompió en una cerrada ovación, vivas y
pañuelos al viento. Cómodo, Tranquilo y su cuadrilla lanzaron al escenario todo
el arsenal que llevaban escondido, berzas y cebollas podridas, criticando que
según las leyes de la comedia de Aristóteles ese tipo de golpes de efecto más
que la catarsis provocaba el cachondeo colectivo. La gente gritaba de todo:
“así, así se romaniza a los íberos”, “esto es democracia, la sobrina del emperador
y el hijo de su madre”, “que buena actriz la gobernadora, el papel de ramera lo
borda”, “al final la familia del César ha doblado la rodilla ante los hispanos”
o “qué bien follan las matronas
romanas”. La aludida, desenganchándose de Quinto y componiendo su vestido, salió
de escena con la dignidad propia de una princesa imperial, entre berzas
voladoras, gestos obscenos y gente que pedía la vez para hacérselo con ella.
Totalmente sobrepasado y lívido de la ira, mandó Próspero al centurión que
desalojara la escena y echara a la gente del teatro, mucha de la cual ya
cantaba coplillas sobre su cornamenta y lo convincente de su campaña para
volver a las antiguas costumbres, que estaban dispuestos a secundar si incluían
un revolcón con su mujer. Otra que estaba enfurecida era Gala, gritándole a
Julia mala puta, vete con tu viejo y deja a mi Quinto en paz. Sexto, en un acto
valeroso, había decidido desmayarse abrumado por los acontecimientos. Pomponio,
aunque sin haber conseguido acabar la representación, recogía los aplausos del
público, único a quien un dramaturgo de su talla se debe. Quinto gozó de su
momento de gloria al ver a todo Tarraco muerto de envidia mientras se trajinaba
a la bella Julia, pero optó por una discreta retirada, que en la cara del
gobernador no era la envidia precisamente lo que se reflejaba.
El brusco fin de la representación no fue
bien recibido por la plebe que se lo estaba pasando en grande, por lo que hubo
insultos, forcejeos y tortas con los soldados que evacuaron el teatro a punta
de lanza. En días sucesivos se llenó toda la ciudad de grafitis en los que se
hacía mofa y escarnio de Próspero, que pasaba de la ira de verse ridiculizado
en público a la vergüenza de verse cornudo, también públicamente. Además, ni un
simple reproche pudo echarle hasta la hace poco fiel esposa, que le amenazó con
escribirle una carta a su tío quejándose de lo abandonada que se sentía por su
marido.
Con
los que pudo vengarse a gusto fue con Sexto y con Gala, culpables de todo a su
parecer, pues el cuento de que la obra era de Pomponio no hizo sino enfurecer
más a Próspero Póstumo. Decidió desterrar a esta pareja de indeseables al más
remoto confín de la provincia, al más aislado y rampante lugarejo olvidado de
todo dios. En definitiva, que los infelices acabaron sus días en Ventorrillo,
en una pobre casona rural con vistas al amplio páramo. Con el tiempo acabaron
por aclimatarse a la nueva situación, pues todos los años llegaba una nueva
remesa de legionarios que catar para Sexto, mientras Gala se especializó en el
producto local, que tenía un juego de cadera que le recordaba a su querido
Quinto. Sin olvidar nunca su añorada Roma, fueron un catalizador del proceso de
romanización de la zona, y llegaron a ser un referente cultural de primer orden
en los contornos. Hay escritos que los equiparaba con los más grandes, como rezaba
en el Liber Ventorrorum del autor local Cetrino Cecino: “Agamenón, señor de amplios
dominios, Aquiles, el de los pies ligeros, Sexto, el del culo en pompa.”
La carrera política de Próspero no fue la
misma desde el incidente del teatro. Los ecos del escándalo llegaron a Roma,
Julia acabó quejándose a su tío Augusto de lo desatendida que se sentía, y
éste, que no estaba esperando más que un desliz de su plúmbeo acólito para
librase de él, concedió el divorcio a su sobrina y destituyó a Próspero de su
cargo de gobernador de la Citerior. A cambio, le concedió la jefatura de un
proyecto destinado a revolucionar las comunicaciones. Le mandó a los confines
de la Galia, a la zona del estrecho que separa el continente de Britania para
estudiar la posibilidad de construir un túnel por el que invadir esa bárbara
isla, y con la orden de no volver a verle hasta que no consiguiera resultados
concretos. Así acabó la brillante carrera de Próspero, bajo tierra en lucha sin
cuartel intentando conquistar nuevas tierras para el imperio, hasta que un buen
día una roca aplastó su cabeza y sus ínfulas.
Quinto, por miedo a las represalias del
marido burlado, se refugió en la casa y los brazos de Rufo, donde aplacó a modo
toda la furia erótica que corría por sus venas, hasta el día que fue a buscarlo
Turbo Multo con la noticia de que aquella misma tarde embarcaría toda la
compañía rumbo a Massalia. Próspero les había exculpado de lo ocurrido, pero
les conminó a abandonar la ciudad antes de que cambiara de idea. Con la marea
subió al barco con el resto de sus compañeros y con Pomponio, feliz por el
triunfo artístico cosechado, aunque tuvieran que salir por la puerta de atrás.
Ahora que contaba con la inestimable ayuda de Quinto Terco, embaucador de almas
y amante a destajo, el futuro se le ofrecía venturoso. Quinto dejaba atrás por
siempre Hispania, como había dejado antes Ventorrillo, siempre huyendo hacia
adelante, impelido por esa energía dionisiaca que como un huracán caía sobre
hombres y mujeres cubriéndolos con su pasión, y por su apolínea querencia a la
poesía y la música, con la que conseguía la llave de cualquier voluntad. En
Massalia muchas y muy sabrosas aventuras corrió junto a sus compañeros, pero
esa es ya otra historia.