lunes, 11 de marzo de 2024

Billete


 

─Deme billete para el primer tren a cualquier parte.

─Está a punto de salir el expreso a Valdenada de la Palangana.

─Allí será difícil llenar mi vacío existencial. ¿No hay nada mejor?

─En una hora el directo a Torrezno del Fresno.

─Sólo mentar semejante lugar me dan ardores de estómago.

─El nocturno a Cadalso de Abajo tiene asientos todavía.

─Allí hice la mili y juré no volver.

─Entiendo. Pues ya mañana a primera hora sale el regional a Aldehuela de las Mulas.

─Allí reside mi exsuegra, a evitar como un dolor de muelas.

─Luego, por la vía dos, el rápido a Tacañón del Todo.

─Allí pedí mi cuarta hipoteca, con sangre tuve que firmar.

─Por la vía tres, el rápido a Cuzcurrita de la Pita.

─En aquel lugar trabajé diez años de sol a sol sexando pollos.

─Un trabajo muy sesudo. Pues solo quedan las líneas internacionales. A Recoulé -sur-Mer hay descuento especial si viaja acompañado de una novicia.

─No fui en su día con mi novia, menos ahora con una novicia.

─Pitiminí de Rímini es un destino muy apreciado, en su festival de ópera interpretan Nabuco a bocca chiusa.

─Me deja boquiabierto pero lo mío es la nova trova compostelana.

─Pues no hay más trenes ni destinos.

─En fin, yo solo quería tirarme al tren, pero con el mal servicio que dan mejor me voy al bar.

─Pruebe los carajillos que preparan, levantan la tapa de los sesos a cualquiera.

 

lunes, 26 de febrero de 2024

El bien pagado


 

El ser humano es un animal social, o sea, hace el animal en sociedad. Y las comunidades de vecinos son un lugar muy abonado para ello. Vivir puerta con puerta con individuos de tu misma especie es eterna fuente de dramas, comedias y astracanadas. Los vecinos son como la familia, no se eligen, te tienes que aguantar con lo que te caiga en suerte. Lo mismo encuentras el amor de tu vida que un demonio dispuesto a cocerte en aceite hirviendo. Puedes convivir con un filántropo epicúreo que te enseña la cata de caldos al por mayor, o una rata de alcantarilla que le grita furibundo a la tele, siempre con fútbol a volumen brutal. Después están los que roban felpudos, los que follan en el descansillo, la del quinto que cuelga la ropa chorreando, el piso de estudiantes convertido en disco non stop, y tantos otros tipos haciendo la vida imposible o medio posible al prójimo. En lo único que coinciden es en el temor atávico a la palabra maldita: ¡derrama! Ahí van todos a una como Fuenteovejuna, a nadie le gusta que le toquen el bolsillo.

Los vecinos y sus cuitas son tema recurrente en la ficción. Queremos homenajear a la comunidad ibérica por excelencia, 13 rue del percebe, del inmortal Ibáñez. Desde el moroso del ático (que no era otro que el inefable Vázquez) hasta el tendero tramposo del bajo, pasando por el caco o el ascensor asesino, el mítico inmueble nos regaló horas y horas de diversión. La versión contemporánea podría ser la serie Aquí no hay quien viva. Lástima que parte de un error de planteamiento, pues en la mayoría de comunidades nadie quiere la presidencia, y en Mirador de Monte Pinar andan a tortas por el cargo. Pero claro, quizás ocurra como en el caso que vamos a comentar.

El presidente de una comunidad en Estepona se ha puesto un sueldo de 86.724 euros. Más que el presidente del gobierno, y posiblemente con menos trabajo. El espabilado se llama Stephen Hills, podemos suponer que sea inglés. En vez de dedicarse al trasiego de cerveza y al balconing como otros de su tierra, ha optado por actividades más lucrativas. Torre Bermeja se llama la urbanización donde manda y cobra Hills, con residencias de lujo que pagan seis mil euros al año de comunidad. Si el listo de Stephen creía que ochenta y picó mil euros iban a pasar desapercibidos, erró. A los vecinos les ha hecho la misma gracia que si les arrancasen cuatro muelas sin anestesia. Como presidente no tiene derecho a sueldo, pero él se ha nombrado administrador gerente de la urbanización,  y todos a callar y él a cobrar. El bien pagado no se achanta, dice que todo es legal, pero sus convecinos lo han denunciado. Para más cachondeo, como presidente todopoderoso se ha eximido a sí mismo de pagar las cuotas. En Torre Bermejo la cosa está al rojo vivo. No sabemos hasta qué punto se habrá viciado la convivencia a cuenta de la pagita de Hills, pero cada vez que coincida en el ascensor con algún vecino no creo que hablen del tiempo precisamente. En fin, otro caso más de la difícil convivencia en comunidad. Si quieren librarse de tales movidas, ya saben, una jaima en el desierto y a disfrutar de la tranquilidad.

lunes, 12 de febrero de 2024

Caro café

Pocas profesiones levantan tanto respeto y envidia como la de profesor. Son depositarios del conocimiento, trasmisores de la sabiduría, mentores de la juventud, referencia ética, y para muchos, los que tienen unas vacaciones de escándalo. Después, cada uno hace lo que puede o lo que le da la gana. Todos recordamos maestros inspiradores que conseguían que amáramos una asignatura, y a otros que mejor hubieran estado herrando burros que embruteciendo a sus alumnos. Y si a todo esto le sumamos el factor Japón, país que está en el planeta Tierra aunque a veces no lo parezca, surgen historias como la que hoy tenemos entre manos.

Empezando por el final, han despedido al director de un colegio de secundaria en la prefectura de Hyogo. Se preguntarán qué habrá hecho para medida disciplinaria tan expeditiva. Quizás organizó en las clases de filosofía maratones de Dragon Ball, y los críos destrozaron el aula y saltaron por las ventanas. Quizás en las clases de cocina ordenó sustituir el arroz por las alubias para hacer shusi, con las consiguientes explosiones incontroladas. Quizás intentó adaptar al Kabuki, teatro tradicional japonés, alguna zarzuela de manolas y chulapos, provocando cortocircuitos cerebrales entre los tiernos actores. Pues no, hizo falta mucho menos para ponerlo de patitas en la calle. El director solía acudir a una tienda a tomar café. Abonaba la bebida al dependiente y luego iba a la máquina dispensadora y se servía él mismo. Pero el malvado pagaba un café mediano y luego daba a la tecla del café grande. Pagaba 110 yenes por una consumición que costaba 180, unos 44 céntimos de euro de diferencia. El empleado del local se quedó con la artera maniobra, se lo recriminó y llamó a la policía. Sometido a un interrogatorio informal, confesó haber hecho semejante latrocinio dos veces más. A pesar del flagrante delito en que fue pillado in fraganti, en un alarde de magnanimidad la policía le dejó ir. Pero las desgracias del antisocial director solo habían empezado. La noticia llegó a la Junta de Educación, que volvió a interrogarlo. Aquí el hombre se vino abajo y lo confesó todo: había hecho la ilícita maniobra siete veces siete, con lo que lo estafado se elevaba a la exorbitante suma de 3.08 euros. La decisión fue inapelable. Despido por falta grave, impropia de un servidor público educativo. Ya se sabe, comienzas sisando en la máquina de café y acabas predicando contra el trono del crisantemo o cosas peores. Parece que el principal problema del sistema educativo japonés es qué tecla pulsan sus profesores. Lo del acoso escolar o las draconianas exigencias académicas son minucias colaterales. No sabemos de la suerte del director. Igual se ha convertido en un paria, quizás vaga por las calles pidiendo unos yenes para tomarse un café. O quizás haya dado el siguiente paso, esté predicando la utopía libertaria en las puertas del metro.