lunes, 16 de junio de 2025

Subiendo la media

No solo aumenta día a día el paro, el tráfico de drogas, la temperatura, el precio del vino, las matanzas de niños, las canciones chorras, las astracanadas de jueces y fiscales o los bombardeos a gogó. También está aumentando una de las medidas básicas de la civilización, referente del progreso humano, regla de oro. Sí, nos referimos al tamaño del pene. En los últimos treinta años ha crecido un 24%.

Semejante estirón se ha producido en todos los grupos humanos. Desde los orientales, que en ése como en otros muchos aspectos siempre se han mostrado contenidos, hasta los africanos, que suelen ir más sobrados. Los europeos nos mantenemos en un digno término medio, cumpliendo pero sin alardes. Según un estudio chorra, la media en 1992 era de 12,27 cm con el pene erecto. En 2021 hemos llegado a los 15,23. Para evitar distorsiones, se han evitado las auto mediciones, que ya se sabe lo que les gusta a muchos exagerar.

Lo que no está claro es por qué la tenemos más larga. Los niños llegan antes a la pubertad, igual eso influye. También se habla de disruptores hormonales, del aumento de la obesidad infantil y del sedentarismo. Pero a ciencia cierta no hay datos que expliquen que cada vez marquemos más paquete. Nosotros sospechamos que el principal motivo es que no la sacamos de la boca. Desde me importa una polla a pollas en vinagre, pasando por una polla como una olla, el miembro viril se puede meter en cualquier sitio. Es normal que con tanto uso se haya venido arriba.

Si comparamos este estudio con otros que indican que el nivel de inteligencia está bajando, se puede entender mejor el mundo en el que vivimos. Cada vez se hacen más las cosas por mis huevos o por mis cojones morenos. Para este tipo de argumentos no se necesitan dos dedos de frente, con un palmo de polla basta.

lunes, 2 de junio de 2025

Nuevos dioses


 

En nuestro afán de ser inmortales, nosotros los mortales no hacemos más que crear dioses. Comenzamos adorando animales, con cuernos o sin ellos. Luego llegaron los dioses paganos y sus alegres aventuras. Después inventamos el adusto dios omnipotente que aprieta y ahoga a la mínima. En la actualidad el supermercado religioso tiene ofertas para todos los gustos, desde el Espagueti Volador a la Iglesia de Maradona. Unos pocos han encontrado el sentido de la vida gracias a la inteligencia artificial.

La mayoría de la peña hace consultas más o menos prosaicas a estas nuevas inteligencias. Dime una receta rápida a base de criadillas de toro y berros, compón una jota con la que triunfe en eurovisión, resume Ulises de Joyce en cincuenta palabras y diez tacos. Pero hay seres más inquietos, que no se quedan en la superficie, que quiere sumergirse en la rica profundidad de la real existencia. Y para ello acuden a la IA. Algunos usuarios, a base de consultar sin descanso, han llegado a considerar a estos algoritmos entidades espirituales. A los gurús de pacotilla les ha salido duro competidor, a los profetas de la vieja escuela los ha dejado en la cuneta. Un buda pachón haciendo el loto siempre parece sacado de las estanterías de un bazar chino, un cristo en tapa rabos se pasa de patético, las suras del Corán rechinan como bielas desengrasadas. Ninguno se acerca al moderno glamur de estas ciber mentes. Y sus consejos están más actualizados que los de los profetas de hace dos mil años con el cerebro frito por el sol del desierto. ChatGPT está diseñado para ser complaciente con los usuarios. A preguntas tales como ¿Soy yo el elegido para manejar el mando a distancia? el chat responde claro que sí, majete, porque tú lo vales. Recibida semejante revelación de la nueva sibila de Cumas, esta gente tiende a aislarse e interactuar solo con el oráculo cibernético. De ahí a considerarlos entidades divinas queda muy poco.

Creíamos que la ciencia nos libraría del oscurantismo religioso. No esperamos que la ciencia creara nuevos dioses, posiblemente tan arbitrarios y atrabiliarios como los anteriores. Pero los dioses no tienen la culpa. Es del ser humano, que no tiene remedio. Al menos, por ahora.

 

lunes, 19 de mayo de 2025

La gran carrera


 

Dicen que el deporte es una actividad que estimula el cuerpo, aunque en el intento quede embrutecido el espíritu. Ganar, triunfar, ser el mejor, esa es la meta en el modelo social. El cómo es lo de menos. Te adorarán si das patadas con maestría a una pelota, si la metes con garbo y gancho en una canasta, si desarrollas un elegante swing para colarla en un agujerito, o si corres por pistas cubiertas, desiertos y montañas. También puedes ir a tumba abierta en motos y coches, con la lengua fuera en bicis o patinetes, el caso es demostrar tu superioridad sobre el resto de los mortales. Para aquellos que nunca alcanzarán el pódium queda el gym, el templo del culto al cuerpo, el sacro santo lugar donde el músculo bien torneado es dios, donde babean por igual hombres y mujeres ante una tableta de chocolate.

Es lógico que en un ambiente tan sportivo haya surgido la carrera de la que venimos a hablar. Si la vida es una competición, hagamos también de los orígenes de la vida una competición, se dijeron los organizadores de la primera carrera de espermatozoides. Si una vez que estas células tan dicharacheras son eyectadas en dirección al lejano óvulo inician su loca carrera, hagamos un espectáculo de todo ello. La idea la parió Eric Zhu, un chaval de diecisiete años de Los Ángeles que ha montado la starup Sperm Racing. Como toda idea rocambolesca que se precie, gracias a ella ha recaudado millón y medio de dólares para la corrida. Ha montado un circuito que simula el órgano reproductor femenino, de unos veinte centímetros, donde corrieron dos participantes el pasado 25 de abril. Los involuntarios atletas pertenecían a lo mejor de la juventud local. Tras unos rigurosos análisis y una estricta dieta, se seleccionó a dos espermatozoides, quedando ganador el de la escudería de Tristan Milker, un universitario de veinte años que se embolsó diez mil dólares. No se sabe si los va a compartir con su subalterno.

 Todo este circo es para concienciar sobre la fertilidad masculina, hace tiempo por los suelos. Quizás no mejore la fertilidad con estás carreras, pero lo de correrse por una buena causa seguro que le mola a la peña.