Hasta hace poco, la única agencia española con intereses espaciales eran los Técnicos de Investigación Aeroterráquea, popularmente conocida como la TIA, aunque en la práctica sus inquietudes dependían de lo que le saliera del mostacho al superintendente Vicente. Sus protocolos eran más rancios que la ropa interior de la señorita Ofelia. Su modus operandi consistía en la improvisación sobre el abismo, conjugada con una demoledora capacidad para darle la vuelta como un calcetín a cualquier proyecto. Su nivel tecnológico no iba más allá de la alcayata, porque a los inventos del profesor Bacterio siempre les faltaba un hervor, como bien pueden atestiguar Mortadelo y Filemón, agentes para un roto y un descosido. Pero el sector iberoespacial se renueva por todo lo alto con la empresa PLD Space, que ha presentado un prototipo de lanzadera con el que proyecta dentro de unos años poner satélites en órbita. Todo un acontecimiento para los amantes de las aventuras espaciales. La única pega es que al cohete le han puesto nombre de petardo, perdón, de morlaco. Miura 1 luce la nave en su lomo, y mucho nos tememos que no es un homenaje al genial autor de Tres sombreros de copa, ni ningún giño gongorino. Por mucha tecnología que haya por medio, al final nos sale el pelo de la dehesa. Hay que disculparles, dedicaron todo su esfuerzo a diseñar un artefacto tan complejo, y cuando llegó el momento de bautizarlo estaban escuchando El toro y la luna y no se comieron el tarro.
Mira que hay nombres más sugerentes que mandar a las estrellas que el de un toro cabreado. En la serie The Expanse, la nave espacial de los protas se llama Rocinante, montura perfecta para surcar caminos estelares. Si querían algo más travieso, Cojuelo hubiera lucido muy bien. Segundo de Chomón, cineasta inventor de mil efectos especiales, en el espacio exterior hubiera estado como en su casa. Visto que tienen debilidad por lo castizo, Calabuch hubiera dado un aroma de churrería y pasodoble a la exosfera. Sabiduría Fallera es otro nombre con el que competir ante apolos y soyuzes, que en Levante saben levantar cohetes como nadie.
No hay que descartar que el nombre tenga que ver con alguna tecnología de vanguardia. Igual que los miuras dan la vuelta al ruedo llevándose por delante todo lo que encuentran, lo mismo el cohete va sacando de su órbita a los desprevenidos satélites con los que se cruce, eliminando a la competencia. Ya que hemos llegado tarde a la fiesta, por lo menos que se nos note.