De Escocía, tierra no de grandes vinos pero si de grandes bebedores, llega un estudio según el cual determinadas músicas pueden realzar el sabor del vino que se está tomando. En la universidad Heriot Watt realizaron un experimento con 250 estudiantes, no indican si en el bar o en el laboratorio, dándoles de beber mientras escuchaban diversas músicas. Un 40% de los encantados conejillos de indias definieron el vino blanco como alegre y refrescante mientras lo bebían con música alegre. Un 60% que escuchaban música pesada y poderosa, definían de esta manera el tinto mientras apuraban las copas. La mayor parte de los estudiantes se ofrecieron voluntarios para otros estudios científicos sobre el güisqui y la cerveza, pero el rector les ha dicho que para eso se vale solo.
De todo este poteo científico deduce Adrian North, director-catador del estudio, que los vinos a base de Cabernet Sauvignon se saborean mejor con melodías pesadas y poderosas, del pelo de All Along The Watchtower (Jimi Hendrix) o Honky Tonk Woman (Rolling Stones), mientras que los Chardonnay van mejor con temas más alegres y ligeros, tal que Atomic (Blondie) o Rock DJ (Robbie Williams). No sabemos hasta qué punto fiarnos de este estudio, pero igual el paladar celta ha evolucionado de la ingesta de brebajes de cebada fermentada hacia sabores más refinados.
Tiemblen ante el enólogo aficionado que siempre aparece para dar la paliza sobre este vino o aquella bodega, que ahora tendrá más argumentos para aburrirnos: los viñedos del la bodega del marqués del Patopelo se hayan expuestos a una orientación nor-noroeste y a un suelo con un Ph bastante alto, por lo que son caldos con cuerpo, con matices a roble y a arándanos, aroma a espliego y a chufa, que rompe en el paladar con fuerza, y al que le conviene una música pausada a la par que inteligente, que entre por los sentidos pero también te haga reflexionar, como por ejemplo los Mojinos Escocidos.
René Champiñac, nuestro sumiller de cabecera, nos informa que él ya había llegado a parecidas conclusiones que los escoceses a base de un extenso e intenso estudio en el que lleva años sumergido. Puede hacer un atlas enológico-musical de la península, que como buen bebedor, ningún vino le es extraño, y sabe con qué tonada entra mejor cada uno.
El Jerez, evidentemente, va bien con la música lolailo en todo su amplio espectro, desde las misas rocieras para atraerse el polvo del camino a los cantes de las minas, socialismo de reja y clavel reventón.
Ribera del Duero: vino aristocrático, para momentos únicos y sublimes, nunca debe tomarse si no es acompañado de uno de los grandes de todos los tiempos, como Miguel Bosé cantando Bandido o Alejandro Sanz y su Corazón partío.
Rioja: vino todo terreno. Los tintos peleones son ideales para la elaboración del kalimotxo, y conviene degustarlos con ska-punk patatero del palo de Ska-p. Los riojas de calité los dejamos para el indi pijo como Single o La monja enana, o sea, sofisticados pero con un toque de colegio de monjas.
Valdepeñas: vino recio y duro, que desbroza la garganta y cae al buche provocando miasmas irisadas, cual ocurre en los conciertos de Pink Floid. Solo un vino serio y de personalidad como éste permite salir de un concierto de estos tipos sin lesiones cerebrales irreversibles.
Y por no extenderse, el amigo Champiñac termina recomendando el champán para La casa azul, el Ribeiro para las habaneras o Don Simón para el Chiquilicuatre. De lo que les quiere prevenir es del Jumilla, vino del que estuvo una tarde noche estudiando su comportamiento. Acabó nuestro investigador con un estado alterado de conciencia tal que no se le ocurrió mejor cosa que afiliarse al Falete Fan Club, en su modalidad de socio vitalicio y adelantando diez años de cuotas, con la opción de pasar su cumpleaños con la diva. De esa época data el repentino interés de nuestro corresponsal por la flora de la isla de Pascua.