— ¿Estás solo esta noche? —le pregunté, y por respuesta me miró con ojos vacíos e hizo un vago gesto para que me sentara. Arrimé un taburete cerca de su buzo de licra y le di un beso en los labios.
—El otro día huiste de mí.
—Sí, lo siento, es que la cosa iba muy rápida para mí.
— ¿Y hoy, a qué velocidad quieres ir?
—A la que tú quieras —sonrió y me besó despacio mientras yo tomaba sus patillas entre mis manos. Pude ver a Maika irse hecha un basilisco cuando una copa de champán llenó de burbujas mi mano. Cutter me arropó con un abrazo y sus labios mordisquearon mi oreja, luego se fueron cuello abajo. Con todos esos considerandos creí cambiar de estado, del sólido al líquido, y luego evaporarme por culpa de la estrategia de aquel fiscal togado de lentejuelas, dispuesto otra vez a que confesara de plano. Fantaseaba cómo sería la vida con un hombre que parecía ir siempre a tumba abierta, que besaba como si en cada beso le fuera la vida en ello.
—Hay que vivir deprisa, muñeca, no puedes dejar que te adelanten.
— ¿Y quién te va a adelantar a ti?
—Cuando estás en el circo del rock solo puedes vivir el momento, sin mirar atrás, sin hacer planes.
— ¿Entonces qué soy para ti, un rollito de una noche?
—No he dicho eso, baby. Pero las tías tenéis la manía de montaros historias muy rápido. Hoy estamos los dos aquí, eso es lo que vale. Porque cualquier otra cosa suele acabar mal —y se quedó mirando el vaso de güisqui antes de metérselo de un trago.
—Te tienes muy creído tu papel de rock star.
—Vale, tía, ya sé que solo soy un pringado que imita a Elvis porque no he tenido los huevos suficientes para hacer algo propio, pero el rock es mi vida. Y prefiero mal vivir haciendo lo que me gusta que fichar de siete a tres. En el escenario yo soy el rey, el mundo está a mis pies.
— ¿Pero no te gustaría retirarte algún día?
— ¿Contigo, por ejemplo? Los cantantes de rock solo tenemos sentido en garitos como éste, sobre el escenario o apoyados en la barra. La noche es nuestro medio, fuera del tiempo, en un lugar donde la gente viene a por su dosis para sobrellevar su existencia de cero a la izquierda. Gracias a nuestro estilo excesivo y al poder de rebelión que encierra el rock, ponemos una nota de color en muchas vidas tristes. Yo no sirvo para hacer las compras en el súper, no valgo para acompañarte al cumple de tu madre.
—Quizás me gustaba más el Elvis de la semana pasada, chulo y arrogante.
—Es lo que hay, sugar, el rey no está siempre de humor, también tiene sus días de bajón.
— ¿Qué es lo que te pone así?
—Un poco todo. Soy el mejor imitador de Elvis en millas a la redonda y no consigo reunir más que a un puñado en mis conciertos. Siempre en la carretera, siempre lejos de los míos. Aunque es la vida que me he buscado, en noches como la de hoy pasa factura.
—Bueno, tú lo has dicho, vive el momento —y lo besé a ver si así levantaba el ánimo, entre otras cosas. Me respondió con pasión, pero pronto aflojó hasta quedarse con la cabeza apoyada en mi hombro.
—Sabes, baby, hay veces en que besas a una chica cuando en realidad estás besando a otra.
— ¿Qué quieres decir?
—Pues que a pesar de lo buena que estás no consigo sacarme de la cabeza a otra.
— ¿A cuál? —pregunté mosqueada.
—A mi mujer. La maldita me engaña. Hoy me ha llamado un colega que la ha visto toda acaramelada con otro tipo.
— ¿Estás casado?
—Sí.
— ¿Y me vienes a contar que tu mujer te la pega?
—Es que duele.
— ¿Y tú qué estás haciendo ahora?
—Bueno, esto es distinto, muñeca.
—Eso vete a contárselo a tu mujer, muñeco —y cogí el bolso y me largué dejándolo con la palabra en la boca.
En toda la frente me habían dado. Un casado más que me la quería meter. Es otro de los peligros de salir a pillar a los cuarenta, que hay mucho casado de tapadillo. Mi Elvis parecía distinto, pero al final era otra jeta, que encima me venía a llorar que su mujer lo engañaba. Menudo morro.
No era la primera vez que un tipo se guardaba el anillo para intentar camelarme, pero esta vez me dolió más de la cuenta. Después de que una tira sus principios por la borda y se lo pone fácil a un tío, va y sale por peteneras. Le hubiera metido prisión incondicional sin fianza y tirado la llave al mar. Mejor me hubiera quedado en casa repasando derecho romano en vez de que un Apolo de pacotilla me la metiera doblada. Decididamente, el lugar de la mente donde reside el concepto de fidelidad, en lo referente a los hombres es un espacio vacío, y ya había tenido bastante con mi marido, que aparte de tocarse las pelotas en casa, cuando salía era para ver si tocaba otras tetas.