Polvo eres y
en polvo te convertirás clamaba Yahvé desde el antiguo testamento, aunque
durante siglos sus seguidores, por aquello de llevarle la contraria, han
preferido pudrirse tranquilamente en sus tumbas, que lo de quedarse hecho polvo
no estaba bien visto. Pero los ritos mortuorios cambian y hoy la gente es
partidaria de la cremación. Es pulcro, higiénico y más barato a la larga pues
no hay que andar cuidando panteones ni abrillantando lápidas. El único problema
es qué hacer con las cenizas. Unos optan por la residencia en tierra,
aventándolas en una cima perdida o en el marco incomparable de un nemoroso
rincón del soto. Otros, más hogareños, meten al familiar en una caja de farias
y lo colocan bajo la tele de plasma, para que sigan disfrutando de Pasa Palabra
aunque pasen de todo.
Después está
el protagonista de nuestra historia, un hombre en pena que ante el trago de
esparcir las cenizas de su novia, no halló mejor sitio que la óptica de un
centro comercial en Florida. Según sus declaraciones, quiso repartir sus restos
entre aquellos lugares donde fue feliz. No sabemos a qué grado de beatitud se
puede llegar en un gabinete optometrista. Como Saulo camino de Damasco, quizás
allí vio la luz por vez primera, quizás las rebajas de Ray-Ban la dejaban
anonadada.
A pesar de
las pías intenciones de su novio, los del centro comercial, al verle echando un
polvo sospechoso a las puertas de la óptica, barruntaron alguna maquinación
talibán y sobre él cayeron policía y bomberos. Una vez aclarada la procedencia
de la sustancia le dejaron ir, no sin antes pasarle la factura de los bomberos.
Los centros
comerciales son las modernas basílicas, altares dedicados al consumo sin tasa,
pero por ahora no contemplan el que sus clientes puedan elegirlos para su
reposo eterno. No faltará algún avispado promotor que ofrezca un lugar
privilegiado entre Zara y Cortefiel, por ejemplo, para todas aquellas que desde
el más allá quieran estar al día de las últimas tendencias. Nosotros nos pediremos
una hornacina cerca del McDonald, que siempre nos ha ido el aroma a fritanga.