Un nuevo problema viene a inquietar a los españoles muy
españoles que se visten por los pies, los de pelo en pecho y mear en pared. A
las mil calamidades que padece la patria, culpa del contubernio socialcomunista
que nos gobierna, se une ahora una nueva vía de agua que amenaza hundir el
buque de la nación. La revista de sanidad de las fuerzas armadas ha dado la voz
de alarma: nuestros militares están gordos, sobre todo los de la Armada.
Mediten sobre las graves implicaciones de esta noticia.
Nuestra reserva espiritual convertida en reserva de grasa. Parece que los
principales ejercicios tácticos a los que se entregan son emboscarse en
churrerías, el bombardeo de empanadillas, ametrallamiento con croquetas de
cocido, o el asedio y asalto de bodegas. Nuestra gloriosa armada, antes ejemplo
inmortal de valor y abnegación, navega ahora con diez lorzas por banda y vino
tinto bajo la vela. Aquellos que un día quemaron sus naves para no retroceder,
hoy las utilizan para hacer barbacoas. Aquellos que dieron la vuelta al mundo
por primera vez, hoy poco más hacen que darle la vuelta a la tortilla.
La revista sugiere ponerlos a dieta. Habría que quitarles
las dietas también, que se las gastan en torreznos. También recomiendan, no
sabemos si irónicamente, que hagan más ejercicio. Tenemos un ejército muy
sedentario, incapaz de hacer una guerra relámpago, a no ser que sean de
chocolate. Para los que amamos la patria por encima de todas las cosas es un
sufrimiento saber que nuestra primera línea de defensa sea cada vez más gruesa.
Además, la dieta puede minar la moral de la tropa. Llegado el momento supremo
de darlo todo por la patria, ¿serían capaces de hacerlo por unas acelgas al
vapor? Nos asaltan las dudas, pero siempre podemos confiar para que nos proteja
en la cabra de la legión, la única que mantiene la línea.