Todo es
fachada en la cirugía estética. La tiranía de la belleza consigue que la gente
suba gustosa al potro de torturas para rebanarles aquello que les cuelga de más
o de menos. Las ganas de los que no se ven guapos por cambiar su sino da
jugosos dividendos. Es campo fácil para profesionales que obtuvieron su
titulación en la Rue del Percebe y que lo mismo ponen ubres de vaca suiza que
morros de trompetista de Nueva Orleans a su acomplejada clientela, cuando la
mayoría lo que necesita es un par más de circunvoluciones cerebrales.
El caso que
nos ocupa es el de otro cirujano de lo estético al que se le fue la mano con el
bisturí. La policía de Mendoza, Argentina, fue a la clínica ilegal de Carlos
Arzuza después de que una de sus clientas muriera tras el implante de prótesis
de glúteos. El buen doctor es jefe de cirugía en el Hospital General Las Heras
de Tupumango, pero redondeaba sus ingresos aumentando pechos y reduciendo
barrigas. Por desgracia, esta paciente y otra que cayó en sus manos en 2013
pasaron a mejor vida en su intento de mejorar su aspecto.
Lo
sorprendente es que cuando la policía fue a echarle el guante encontraron al
cirujano en plena operación. Estaba procediendo a una intervención de
alargamiento de pene. Concretamente, del suyo propio, con la ayuda de su
asistenta rumana. Nunca es buen momento para que te detengan, pero que justo lo
hagan cuando estás hecho la picha un lío es para que te tiemble el pulso. No
sabemos qué técnica utilizó el autocirujano, pero debía ser prometedora si decidió
aplicarla en carne propia. El caso es que el diario Clarín informa que la
operación no tuvo éxito, sin concretar si fue culpa de la policía por ir a
tocar los cojones o por falta de chicha que estirar.
Confiamos
que el coitus interruptus en el que finalizó la intervención no le deje
secuelas y aun con su tamaño habitual pueda ejercer de amante, porque de
cirujano lo tiene más difícil. En adelante que se olvide de alargamientos de
pene y se centre en reducciones de condena.