lunes, 27 de junio de 2022

Reloj



 

Quería comprar un reloj.

─¿De bolsillo, de pulsera?

─Lo quiero para cronometrarme cuando voy en bici.

─En ese caso le recomiendo uno de pared con un buen péndulo.

─¿Pero el péndulo no alterara su cadencia en las curvas cerradas?

─Si mete plato grande y piñón pequeño no debería tener problema.

─Pero entre plato y piñones, que haré con la docena de churros que me trajino en cada viaje.

─Los churros y los relojes de pared son incompatibles

─Entonces tendré que dejar el ciclismo. ¿Le interesa una bici?

─A la hora de hacer deporte, prefiero masturbarme con fotos de jubiladas jugando a la brisca.

─Me gusta ese deporte. Qué se necesita?

─Indispensable un buen reloj de pared para mantener la cadencia.

─Deme el más grande que tenga.

 

lunes, 13 de junio de 2022

Salmón en oferta


 

Tanto el Instituto de Energía Foto Atómica de Osaka como el Laboratorio de Propulsión a Chorrillo de Ventorrillo coinciden en afirmar que el homo consumidor es el último peldaño en la evolución de la raza humana. Todo lo necesario para la vida moderna puede ser adquirido entre la inmensa oferta comercial que nos rodea. Ante el reto de llevar a casa desde el agua destilada necesaria para una perfecta sesión de plancha sin arrugas hasta el juego de cuchillas que cortan los pepinillos en rebanadas perfectas, unos muestran mayor rigor que otros. Los hay que llegan al comercio, piden lo que necesitan, pagan y se van sin importarles si les han hecho un agujero en la cartera. Después quedan los que se toman muy en serio buscar el mejor precio. Como las empresas conocen el paño, hay toda una ciencia llamada márquetin destinada a obnubilar al potencial cliente para que no pueda resistirse. Las maneras de endulzar la píldora a la legión de consumidores guiados por las mágicas palabras calidad-precio es larga como tres festivos sin tiendas abiertas. Hay ofertas, promociones, rebajas, descuentos, sorteos, gangas, chollos, liquidaciones, remates, dos por uno, días sin iva, días locos, tiramos los precios, compre hoy pague cuando le venga en gana, regalamos la mercancía y además hacemos callar a su suegra, además de otras más marrulleras. Con tantas facilidades, quién no se lleva a casa esa caja de alcayatas con retrocompatibilidad o un lote de alfombrillas de ducha con la bandera de Burkina Faso que estaban a precio de derribo.

Pero meterse de lleno en la espiral de gangas y chollos puede hacerte perder hasta el nombre, como ocurrió en Taiwán. En aquella isla la cadena de restaurantes Sushiro tuvo la gran idea de incentivar su rico rico shusi con una campaña en la que prometía que todos los que acudieran a sus establecimientos y su nombre contuviera las grafías de la palabra salmón ( guiyu en chino) comerían gratis, tanto él como cinco acompañantes. Para qué más. Trescientas personas se fueron a la ventanilla correspondiente para cambiar su nombre por otros tales que Sueño de Salmón, Salmón Bailarín y así poder darse el atracón gratis total (lo muy muy de lo más más del baremo calidad-precio) Suponemos que en la intimidad les seguirían llamando como antes del ofertón, pero oficialmente pertenecían a la familia Salmón. Tras acabar con las existencias de shusi del local todos volvieron a la ventanilla correspondiente a recuperar su antigua denominación. Pero a algunos les esperaba una desagradable sorpresa, como a Sueño de Salmón de Truong. Sus padres le habían cambiado dos veces de nombre cuando era pequeño. En Taiwán solo se puede cambiar tres veces de nombre, por lo que el merluzo de marras se tuvo que quedar con Salmón.

Vendes tu alma al diablo por una promoción y acabas con cara de besugo. Las autoridades han advertido que bastantes tonterías tiene la burocracia entre manos como para andar cambiando de nombre al personal para comprar bragas a mitad de precio u otras ofertas super agresivas. A nuestro amigo Sueño de Salmón de Truong solo le queda comprarse un acuario con peces de colores, serán los únicos que no se rían de él cuando le vean pasar.