La sufrida institución familiar conoce hoy formaciones
impensables hasta hace poco. El modelo de mujer, marido y sus churumbeles
convive con otros en el que se añaden o eliminan distintos elementos como
suegros, cuñados, cónyuges, hijos de anteriores relaciones, un señor de Murcia,
etc. La protagonista del artículo es una familia monoparental, no la formada
por un adulto y un mono sino por adulto y perro. Es el caso de la bibliotecaria
italiana Anna y su setter Cucciola, que solo se tienen la una a la otra, de tal
manera que cuando la pobre perra fue operada de cáncer de mama Anna pidió
permiso retribuido por motivos familiares. Meses después volvió Cucciola a
enfermar de tiroides, y su dueña pidió dos días por la operación. Ahí fue
cuando descubrió que no le habían concedido el primer permiso, descontándoselo
de sus vacaciones, alegando que el perro no es un familiar. Anna pidió auxilio
a la Liga Antivivesección, que en Italia vela por los derechos de los animales.
Al final, la universidad de la Sapienza donde trabaja Anna ha rectificado
sabiamente, concediéndole los días.
El precedente creado dará mucho juego. En futuros convenios,
en la sección de permisos y licencias, entre el de asuntos propios y el de
acudir de jurado a un juicio se puede colar la licencia por asuntos caninos. Y
quien habla de perros habla de los múltiples asuntos que abarca el mundo de las
mascotas, desde acompañar al canario s su primera clase de canto, llevar el
gato a la manicura u operar al hámster de fimosis. Y conociendo la picaresca
italiana, seguro que ya están trabajando en ello para pedir un año sabático
para acompañar a su tortuga a una terapia anti estrés o viajes pagados por el
erario público a Brasil para que el pobre mono pueda conocer a sus primos. Pero
todo sea por la estabilidad de la familia, base de nuestra sociedad.