loco mundo Edika |
Los viejos trenes correo, con sus trayectos interminables,
bajo la inquisitiva mirada de los interventores y escoltados por los tiesos
postes de telégrafos, daban mucho juego para escenas costumbristas. La
trepidación ponía música de fondo a discusiones de política o futbol, mientras
nacían efímeras amistades y se intentaba el acercamiento carnal. En las
modernas unidades, con vagones que recuerdan autobuses, los viajeros van
enfrascados en sus respectivas pantallas, y a lo sumo puede que se les enrede
el cable del cargador con el del vecino de asiento. En la viñeta vemos el
ambiente que se respiraba en los trenes de antaño, con el sospechoso habitual
leyendo la prensa en el pasillo, la clásica cebra con patines y su proverbial
despiste, y un paisano que le da un tiento a una monja para ver si es verdad lo
que se dice de la teta de novicia. El arrobo ferroviario que vemos en la cara
de la religiosa hace presagiar que ha encontrado su propio camino a la
santidad. La vida sobre railes era así.