lunes, 21 de octubre de 2013

La espía que me comí

cigüeña en tránsito



Los servicios secretos siempre han echado mano de todos los recursos disponibles a la hora de fisgar en casa del vecino. Satélites espías que escudriñan hasta debajo de la última piedra donde pueda esconderse algún proyecto de misil balístico con propulsión a perdigones de hidrógeno, agentes dobles con buena percha para camelar a la secretaria del ministro de defensa que celosa guarda las directrices de un ataque preventivo que coincida con los saltos de esquí de año nuevo, o drones que pongan a algún talibán en órbita geoestacionaria. En este negocio, como en tantos, el fin justifica los medios. Por eso, hay estados que viven en estado de paranoia, viendo espías por todas partes. Y las últimas sospechosas son las cigüeñas, al menos en Egipto.
Resulta que en Hungría uno de los pocos alicientes que ofrece la vida es el de husmear en las costumbres migratorias de las cigüeñas, por lo que una asociación ornitológica local agarró a una de ellas y le colocó un GPS para seguirla por esos mundos de Dios.
El ave en tránsito, a lo que parece, hizo escala técnica en Egipto, donde rápidamente le echaron el lazo. Al ver el aparato que cargaba, cabalmente dedujeron que los infieles la habían mandado a espiar. No sabemos qué puede ser fiscalizado por aquellos arenales, si el índice de refracción de los rayos solares en el colodrillo de la esfinge, la largura de las barbas de los Hermanos Musulmanes o la cantidad de gente que tras el trabajo se va de cañas, desoyendo las leyes del profeta. En este primer encontronazo nuestra amiga tuvo suerte, pues tras personarse la autoridad competente, resolvieron que la cigüeña no suponía un peligro para la seguridad nacional y la dejaron ahuecar el ala.
Pero la historia estaba abocada a acabar en tragedia, pues no más levantó el vuelo, la reina de los campanarios, la entrañable cigüeña, volvió a caer presa de otro paisano. Éste no estaba preocupado en la seguridad de la patria sino en el ruido que le hacían las tripas, por lo que sin contemplaciones la desplumó y la metió en la olla, acabando de guiso para toda la familia.
El idealismo de la primavera árabe ha mudado en un pragmatismo del que no se libran ni las precursoras de la primavera. No se sabe si también se comieron el GPS, cacharro que creemos que gafeó a la cigüeña. Dice la tradición que las cigüeñas vienen de París. Puede que sí, pero de donde seguro que no vuelven es de Egipto. Advertidas quedan.

2 comentarios:

Rick dijo...

A ver si va a resultar que las cigüeñas son los drones de los países subdesarrollados...

Francamente, no les auguro nada bueno: las potencias occidentales, tan paranoicas como siempre, seguro que empiezan a liquidarlas. Por no hablar del personal hambriento, claro. Mejor ser colibrí o algo parecido, de menor tamaño.

Chafardero dijo...

Pues sí, igual diseñan un escudo anti cigüeñas, o una estrella de la muerte para fulminarlas desde el espacio exterior, y que parezca un accidente.