lunes, 30 de junio de 2025

¡Hazte el sueco!


 

Una expresión muy socorrida entre los españoles es la de hacerse el sueco. De hecho, hay muchos con dotes innatas para ponerla en práctica. Dícese cuando un sujeto no se hace cargo en una determinada situación, con el objeto de escabullirse o evitar obligaciones. Hacerse el sueco está muy bien para saltarse la cola en el super, si te cruzas por la calle con algún antiguo jefe o cuando piden tu ayuda en una mudanza. Hay muchas expresiones equivalentes, a la peña lo de escaquearse le mola. Está la de hacerse el loco, condición indispensable para votar a Vox. Hacerse el distraído está muy bien traído si quieres hacer un sinpa en un bar. Estar en babia no solo se usa con los tontos de baba, hay listillos que babean mientras miran para otro lado.

Aunque lo parezca, la frase no tiene nada que ver con los habitantes de la idílica y fresca Suecia. Sabios de larga erudición hacen venir el dicho del teatro romano nada menos. Los actores usaban unos zapatos llamados succos, palabra de la que derivan zueco, zoquete y el sueco que traemos hoy a la palestra. Otros eruditos no se van tan lejos y dan una oportunidad a los nórdicos, apuntando que lo de hacerse el sueco era propio de los marineros de aquel país, que por no saber el idioma iban a su bola.

Sea lo que sea, hace poco la embajada sueca en España ha metido mano al dicho, impulsando una campaña de apoyo al medioambiente al grito de ¡Hazte el sueco! Dice el señor embajador que son ejemplo de sostenibilidad y respeto a la naturaleza. Hacerse el sueco no solo será sinónimo de hacerse el longuis, también de reciclar y de hablar con los gorriones.

Ya saben, si quieren ser suecos con pedigrí, echen el vidrio al contenedor verde. Es otra de esas iniciativas bobaliconas de las instituciones. Pero bien podíamos enseñarles a estos nórdicos que aquí no todos somos como López Vázquez, que lo único que hacía era perseguir suecas por la costa del sol.

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