lunes, 15 de mayo de 2017

De cómo Flequillo Flojo entróse donde no supo (I)

adarga Flequillo
El lance en el que Tirso Terco tuvo que aflojar la bolsa para salvar la vida ante los funcionarios de Su Majestad dejó profunda huella en su ánimo, no solo porque allí quedó el rucio de su escudero y amigo Marco Parco en prenda y estipendio para que los buitres de la Hacienda real cayeran sobre él, sino porque por vez primera percatose de que la profesión de fe de la andante caballería de poco valía ante los desmanes de los potentados de este mundo. Por muchas doncellas que socorriese y entuertos que enderezara, por mucho que pugnara a brazo partido por los menesterosos, el rey y sus secuaces eran mayor peligro que el peor contubernio de magos malandrines y ogros quebrantahuesos que se pudiera barruntar. Cuando juró acatar las reglas de la caballería bajo la sagrada veleta que coronaba el santuario de la Logia de Eolo, allá en su bien amado Ventorrillo, le sostenía la fe en que ganaría honra y valía, cercenaría los males de este mundo, y adamaría a Brisilda, señora y dueña de su voluntad. Pero la terca realidad golpeaba con fuerza, jornada a jornada palpaba que lo que acogotaba a hombres y mujeres de toda condición no eran hechizos o maleficios, sino la tiranía del gobierno real. La república solo era una ramera puesta en almoneda por Su Majestad o cualquiera de sus prohombres.
Si montado en Rampante los pensamientos de Tirso eran más lúgubres que los de los forzados de galeras, los de Marco, a pinrel hacía ya un buen trecho, hacían palidecer a la misma brea. En resumiendo sus cavilaciones, se podía decir que maldecía a la caballería andante, renegaba de caballeros aventados y ponderaba cuán mejor hubiera sido que en la hora en que Flequillo Flojo le propuso sumarse a su loca empresa no hubiera sentado plaza en los Tercios de Flandes o haberse pasado a las Indias. De toda la gloria y fortuna prometida por su señor, solo veía su pobre hacienda mermar de día en día. Ven y volverás con la toga de los cónsules le prometió, y hasta la fecha solo somantas había recibido, prenda de poca pompa y mucha trampa. Lo único que le traía algo de solaz era recordar los pechos de melocotón de Brisilda, aunque luego le vino a la memoria su querido rucio y el desdichado no pudo contener un lagrimón.
Cuando en lontananza, difuminadas por las sombras de la tarde, vieron las desdentadas tapias de una venta, por compasión a su apaleado escudero Flequillo Flojo decidió dejar de lado por una vez sus ascéticas costumbres que le obligaban a yacer al raso para poder contemplar las mismas luminarias que titilaban bajo las ventanas de su dama, y dormir en lecho bajo techo por resarcir al bueno de Marco.
Al llegar a la entrada de la hospedería se encontraron con varios porqueros quejándose de la cochina vida que les había caído en suerte, pero callaron al ver a la extraña pareja en las proximidades. Inquirió Flequillo Flojo por el dueño, y presto salió un orondo paisano a platicar con ellos.
̶ Vea usted, señor ventero, que se halla ante unos de los más notorios adalices que han nacido en el Páramo. Flequillo Flojo reza mi blasón, espejo de la andante caballería, y sería un alto honor para su establecimiento que nos acogiera en esta jornada.
El ventero, que de caballeros no sabía mucho, pero veía por donde andaba el recién llegado, respodiole:
̶ Me siento muy honrado de que su andante merced se llegara a mi humilde posada, pero vea que mis cofrades habituales  ̶ dijo indicando a los porqueros ̶  son más de desfacer marranos que entuertos. Y que por mucha pompa que se dé, aquí del rey abajo no se fía a nadie. 
̶ Hace bien usted en no fiarse del rey, pero nosotros solo demandamos un lecho para que mi cansado escudero pueda reponer fuerzas. Viandas llevamos, y con un par de jarras de vino hacemos el avío. En pago por sus servicios yo mismo velaré toda la noche para que sus huéspedes duerman salvos de cualquier asechanza, que bien me sé que por estos pagos hay mucho hechicero presto a meter el miedo en el cuerpo a almas desprevenidas.

6 comentarios:

Rick dijo...

Mucho me temo que el pobre hidalgo y su sirviente van a salir trasquilados. Tal y como iban los tiempos,o como van, o como irán, nadie se fía de nadie y nadie fía a nadie. Si al menos fuesen de la muy noble y leal orden del PP madrileño...

Chafardero dijo...

@ Rick:
no vas errado, que siempre que andan por medio el rey o sus lacayos salen los pobres trasquilados.

Doctor Krapp dijo...

Chafardero eres un gran creador de imágenes y te mueves como un gran mago en ese territorio complejo consistente en usar palabras de tono humorístico pero llenas de sentido para fabricar precisas caricaturas.
Va a ser una historia larga, que la musa te acompañe.
Salud

U-topia dijo...

Pienso como Rick, Flequillo Flojo y su escudero acabarán mal. Esos porqueros deben ser de esa orden de los que mucho hablan pero poco hacen, eso sí pueden acabar zurrando a los que aprecian débiles... Veamos cómo sigue la historia.

Chafardero dijo...

@ Doctor Krapp:
Muchas gracias por los cumplidos, querido doctor, a ver si las musas me son propicias.

Chafardero dijo...

@ U-Topia:
Muchas vicisitudes les esperan a nuestros héroes, pero no todas serán malas.