sábado, 20 de febrero de 2016

Pomona (III)

pomona

Según parecía, en los tiempos en los que Su Graciosa Majestad fue exaltada al trono de Gran Bretaña se produjo una infiltración anarquista en varias dependencias del Royal Mail, en el susodicho condado de Essex. Estos desaprensivos funcionarios de correos, valiéndose de las prerrogativas propias de su cargo y en un intolerable abuso de la confianza que el estado había depositado en ellos, durante un periodo indeterminado estuvieron utilizando un matasellos no autorizado. Según pudo constatar Bingo tras leer y releer legajos e informes de la época y marear a los funcionarios de la oficina de Chelmsford, aquellos ácratas estuvieron cancelando los sellos con la esfinge de la reina Victoria de tal manera que puesto el matasellos Su Majestad quedaba coronada con unos cuernos que para sí quisieran muchos machos cabríos.

Así, una reina cornuda fue avistada en los cuatro confines del imperio, siempre con el remite de alguna localidad de Essex. Por más que una dudosamente diligente investigación intentó echar el guante a los culpables de aquel delito de lesa majestad nada pudo aclararse, pues ni se encontraron los matasellos ni los que salvajemente habían estampado sobre la testa coronada de la reina Victoria semejante ignominia. Lógicamente, los ejemplares de la vergüenza fueron destruidos con diligencia por las autoridades o por los ofendidos destinatarios, echándose tierra sobre el asunto. Pero la temeridad y tenacidad de Bingo habían sacado a la luz el asunto cuarenta años después, e incluso afirmaba que estaba en posesión de un sello de un penique en el que se podía ver a la soberana con toda su cornamenta. La visión de una vieja carta en la que un coronel destinado en Guinea informaba a su mujer que desde que contaba con los servicios de un ebúrneo aborigen ya no la echaba tanto en falta y en cuyo ángulo derecho figuraba el demoníaco matasellos fue el hito culminante de la velada, momento que aprovecharon para descorchar otra botella de Saint-Émilion.

En el ejercicio introspectivo al que la resaca le había abocado sir Watkyn advirtió que a partir del momento de la crucial revelación sus recuerdos empezaban a menguar a ojos vista. Le pareció oír cómo los muchachos proponían desplazarse hasta la escena del crimen postal para tomar declaración, y de paso unas pintas, a todo posible sospechoso. Tal acción fue votada por unanimidad, lo que provocó el descorche de dos botellas de champán, dado lo inusual del resultado. Bamfylde Rowcester recordó a sus compañeros de farra la merecida fama de los galgos de la región, y que podían hacerse con los servicios de algún esforzado animal y probar suerte en la temporada que estaba a punto de empezar. Bingo no cabía en sí de gozo ante la implicación de sus colegas en un caso tan oneroso para la corona, y prometió no escatimar ni en recursos ni en botellas hasta dar con las ratas que habían arrastrado por el barro el honor regio. Sir Watkyn poco más recordaba después de jurar sobre la Union Jak que no cejaría en el empeño, aunque hubiera olvidado dicho empeño. El resto eran recuerdos hechos jirones, frases inconexas, volúmenes misteriosos, extraños perfiles. No estaba en condiciones de asegurar que la utilización del gordo trasero de William Carmolyle como improvisada diana para dardos hubiera tenido lugar, por más que el mismo sir Watkyn de un certero disparo hubiera interesado de lleno una de sus hemorroides.

4 comentarios:

Rick dijo...

El descorche siempre es peligroso: se empieza con una botella y se termina confundiendo todo tipo de objetivos, almorranas incluidas. Qué mal ejemplo para los jóvenes que lean esto...

U-topia dijo...

Hmmm, esas acciones ácratas que tienen como destinatarias la autoridad, bien representada por la reina británica, son tan eficaces como tropecientos desfiles (es decir manifestaciones). Pero claro, cuestionar la autoridad no entra ya en la hoja de ruta de casi nadie, que tus relatos lo recojan con ese sabio sentido del humor, me llenan de alegría.

Salud-os!

Chafardero dijo...

@ Rick:
los jóvenes de hoy en día dedican su tiempo a actividades más edificantes, tales como el perreo y gran hermano. Nada que ver con las actividades alienantes de generaciones pasadas.

Chafardero dijo...

@ U-Topia:
Sí, se puede poner en solfa al poder sin perder el sentido del humor, algo que ellos no suelen tener.