lunes, 18 de marzo de 2013

Las últimas ladillas



Si echamos la vista atrás veremos que la historia no es más que una larga sucesión de extinciones. Este es el feliz destino que nos espera a todos cuando el instinto de supervivencia deje de empeñarse en que nos arrastremos por el planeta a tontas y a locas. Pero en lo de las extinciones también la cosa va por barrios. Hagan cuentas de los ríos de tinta vertidos  para desentrañar la desaparición de los dinosaurios, repelentes bichos que increíblemente cuentan con simpatías allá por donde pregunten. O lean los periódicos con los ecologistas en pie de guerra en defensa del tigre bengalí o el oso asturiano. En cambio, hay especies sin tanto relumbrón que están al borde del abismo ante la indiferencia general. Y unas de ellas son las humildes  ladillas, entrañable insecto que mora en el vello púbico y que con la moda de la depilación brasileña –ya saben, dejarse el chichi como culito de bebé– se ven abocadas a la extinción al desaparecer su hábitat natural.
Por desgracia para las ladillas, el viejo dicho donde hay pelo hay alegría ha caído en desuso. Una clínica australiana de salud sexual asegura que desde el 2008 no ha pisado su local una de esas picajosas habitantes de la entrepierna. Según otro estudio, el 80% de las universitarias yanquis se afeitan a cero los bajos, no dejando ni un mal pelo al que encaramarse a nuestras amigas, que se baten en retirada.
Otro ejemplo de como la mano del hombre, en este caso la maquinilla de la mujer, aniquila una  especie, que solo buscaba su lugar bajo el sol, o mejor bajo el monte de venus, donde perpetuarse hasta la llegada de la gran extinción, donde todos arderemos en el fuego purificador. Pero a estas pobres, protagonistas de tiernas y divertidas historias de amor y chapuza, su día les ha llegado por culpa de la moda carioca. Sobre la conciencia de los brasileños caerá la desaparición de una especie que llevaba varios millones de años a lo suyo, molestando lo justo y necesario. Pero se veía venir que una sociedad que mueve las caderas a ritmo de samba en tanga iba a ser la tumba de estos visitantes no deseados.
No somos optimistas ante la posibilidad de que algún grupo de animalistas salga en defensa de las frágiles ladillas. Suelen estar más concienciados con los toros, las ballenas o la abubilla boreal, pero los animales más cercanos se la traen al pairo. Además, en este caso con que unas cuantas docenas se ofrecieran como voluntarias para servir de hábitat para que las ladillas puedan crecer y reproducirse a sus anchas el problema estaría resuelto. Pero la conciencia ecológica no va a llegar a tanto.

4 comentarios:

Rick dijo...

Bueno, comprendo que se nos esté pegando el novedoso influjo franciscano y que todos los animalitos son de Dios. Pero le diré que hubo una vez (solo una, ¿eh) en la que fui casero involuntario de esos seres, y la verdad no me quedaron ganas de hospedarlos de nuevo.

Otra cosa es que, efectivamente, donde hay pelo hay alegría. A mi también me da un poco de tristeza esta nueva moda que se está imponiendo. Menos mal que hasta para esto existe gente devota del vintage...

Chafardero dijo...

@ Rick:
Sí, porque ya no solo es el monte de venus, los hombres tampoco se dejan uno a la vista. Antes la virilidad era tener pelo en pecho y mear en pared, ahora ir al gym y tatuarse la rabadilla.

Pez Átono dijo...

Discrepo intensamente.

Creo que existen especies que nadie echaría de menos, entre ellas las ladillas, los vendedores de preferentes y los que siempre tenemos razón.

Espero que Mi Santa no lea esto, pero el chichi pelao debiera de ser obligatorio, ea.

Y no voy a mentar los tersos monaguillos que gustan a otros que yo me sé.

Salud.

Chafardero dijo...

@ Pez Átono:
Me temo que los vendedores de preferentes, depilados o no, resistirían mejor que las cucarachas a un invierno nuclear.