lunes, 4 de junio de 2012

La fe esférica (4-0)

pribado priorato balon dorado

Abandonada la docencia y con el chacra debidamente sincronizado con el resto de la orden, inició Javier la preparación de la nueva temporada. Ahora pudo asistir a las charlas que recibían los jugadores, donde don Jaime les sermoneaba con que no eran simples deportistas sino una nueva categoría humana, mitad monjes, mitad futbolistas, destinados a forjar las bases del nuevo orden mundial. El ascetismo en el que vivían se extremó, solo tenían ojos para lo que pasaba en el rectángulo verde. Estos veinteañeros contenían toda su fuerza vital y sexual para derrocharla en una galopada hacia la portería contraria o en frenar al delantero rival. Todos los que les veían jugar se percataban de que había algo que no parecía normal en su juego, pero nadie sabía decir qué. Los controles antidoping daban todos negativos, todo parecía cuestión de la fe ciega que tenían en Edgardo.
Como miembro del Priorato, el entrenador pudo presenciar parte de las reuniones previas a cada partido en las que el presidente y Comendador daban catequesis a sus acólitos. Arrodillados a su alrededor comenzaban con el padrenuestro:”Seleccionador nuestro que estás en el palco, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad así en el campo como en la grada, los goles nuestros de cada día dánoslos hoy, no nos dejes caer en la derrota, líbranos de las lesiones así como nosotros nos libramos de nuestros rivales y no nos dejes caer en el descenso, amén” Erizaba el vello ver el recogimiento con el que se aplicaban a la oración. Después Edgardo daba una arenga para inflamar el espíritu combativo, terminando con un ritual destinado a activar el chacra raíz. Dándose besos unos a otros en el trasero para reconocerse como iguales ante el Supremo Seleccionador, formaban una cadena circular en torno al presidente en la que cada uno iba agarrado al miembro del de delante. Así iban girando por espacio de unos minutos recitando como un mantra Esqueje Vincet, Esqueje Vincet, creándose una íntima comunión entre todas las líneas, desde el portero a los delanteros. Por el momento yo no podía presenciar el final de la reunión, pero cuanto más veía esa ceremonia más olvidaba mis prevenciones y más integrado me sentía con mis chicos, hasta el punto de que mediada la temporada eché mano del badajo del de delante y me diluí en la cadena que giraba en torno al Gran Comendador, que a pesar de su corta estatura miraba desde las alturas con sesgo seráfico. Yo, que siempre había huido  de compromisos, que siempre había ido a lo mío, me veía ahora como una pieza necesaria en el gran mecanismo del Esqueje. Este olvidar tu propio yo para sobrepasarlo y diluirlo en una entidad más compleja y trascendente como era el equipo supuso para mi, hasta ese día un simple maestro y entrenador que vivía en el egoísmo y la oscuridad, el comienzo del  acercamiento a la fe esférica.
Mientras tanto iban cayendo rivales uno tras otro. A pesar de la poca repercusión de la Segunda B, varios medios nacionales se habían fijado en nosotros, y el presi los había despachado con unas declaraciones sobre fútbol y justicia social que los dejaron con la boca abierta. Yo había alcanzado gran compenetración con los chicos, lo que revirtió en la creación de gran cantidad de jugadas estratégicas con las que aumentamos la efectividad. A falta de tres partidos nos proclamamos campeones de la categoría, en el pueblo hicieron tres días de fiesta y no hubo joven ni viejo que no se emborrachara a nuestra salud.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Uy. Nos metemos en terrenos procelosos. Que, por otra parte, también ese tipo de "comuniones" se le atribuyen a algunas ramas heterodoxas de los templarios y otros militantes de la fe. Descarriados tal vez, pero el Destino es el Destino.
Pues venga, a ver cómo sigue la historia...

Chafardero dijo...

Es evidente que esos advenedizos templarios copiaron impudicamente los ritos iniciáticos de la logia del balón dorado. Pero pagaron caros sus pecados.