lunes, 13 de febrero de 2023

De cómo Tirso asistió a su propio entierro a pesar de no ser llegada su hora (II)

diablos salamanca

 

Tirso estaba advertido de como las gastaban con los recién llegados, así que a pesar de lo poco fiable de su benefactor, procuró hacerle caso. Dormía en una habitación mediana con otra docena de huéspedes, en mugrientos jergones desperdigados por destartaladas literas, donde los cuerpos descansaban de los diarios trajines. Siguiendo las recomendaciones de Carancha, púsose boca abajo para esquivar a los tunantes que por las noches zurraban la badana a los estudiantes desprevenidos.

Faltaba todavía para los gallos cantar cuando Tirso percibió meneo en la habitación, además de la habitual serenata de flatulencias y su contrapunto de ronquidos. Se había abierto la veda del novato, pensó, y tieso boca abajo se mantuvo creyendo componer el perfil de estudiante de último grado. Oyó como un desgraciado era despertado al duro son del trancazo en las costillas, y cuando quisiera amonestar del poco tacto a los visitantes, estos le administraron otro en toda la jeta con el que no le quedaron ganas de objetar nada. Al punto sintió que la cuadrilla de desalmados rondaba por su catre y contuvo la respiración, pero tras andar en derredor se largaron a repartir estopa a otro estudiante menos aventajado.

Muy felices se las prometía Tirso por haber dormido boca abajo y no ser levantado a palos, pero vio su gozo en un pozo cuando por la mañana fue a vestirse y no dio con sus ropas. Sotana y manteo habían volado, que mientras intentaba pasar desapercibido, Carancha y Caracandil habían echado mano a sus ropas y a primera hora ya las habían vendido a buen precio. Con un tosco sayal y el culo al aire se encontró sin saber qué hacer, que ir a recibir lección de tal guisa no era decoroso. Acudió a pedir consejo a Gayferos, que ya había embolsado su parte en el negocio, y este le amonestó por su falta de celo.

─Porque si a las primeras de cambio ya perdéis las ropas, luego perderéis la vergüenza, y en perdiendo la vergüenza, ya se sabe, cualquier día os hallo a cuatro patas en una esquina pidiendo guerra, Dios no lo quiera ─le reconvino mientras tiraba del sayal de Tirso por ver sus tiernas posaderas ─. Tenga su merced en consideración que, si le place andar por ahí con una mano delante y otra detrás, quizás alguno caigamos en la tentación de meteros mano ─y Tirso dio un requiebro para evitar el magreo del dómine, que al verse rechazado continuó con semblante adusto. ─Por su bien, confío en su discreción en este asunto, que su falta de diligencia es un descrédito para este establecimiento, donde han residido eminencias que hoy hacen cánones en el Tribunal de la Inquisición y en el Consejo de Arbitrios.

─Siéntolo más que vos, pero ahora me urge algo con que taparme ─se excusó el pollo desplumado. Don Gayferos, dejándole claro que lo hacía porque era de natural magnánimo, vendiole por el doble de su valor una sotana raída que perteneciera a un estudiante que ya se había recibido y que dejara en prenda de sus muchas deudas. Cuando Tirso fue a pagarle semejante ganga, el hospedero se percató de la bolsa que llevaba colgada a la cintura y que sus socios no habían dado con ella.

lunes, 30 de enero de 2023

De cómo Tirso asistió a su propio entierro a pesar de no ser llegada su hora (I)


 

Salamanca la vieja, ¿quién te mantiene? Las fachadas repujadas con primor quizás, los severos muros reflejados en el padre Tormes, la luz no usada que hiere los aleros, las callejas empedradas de chanzas y chacotas, los traidores encontronazos con sombras embozadas, el hambre atrasada que se pega a las suelas de los zapatos, los escolásticos púlpitos donde sabias manos dibujan el infinito, la febril algarabía de la estudiantina, las ansias sin tasa o el dulce frenesí de unos ojos negros. Quién te mantiene, Salamanca la vieja, sino los jóvenes que van y vienen, y dejan, en el fondo de tus calles, palabras de miel y hiel, palabras.

Hacia aquella bulliciosa ciudad llena de sabios y de listillos se llegó Tirso. Su familia no puso ni un clavel para su formación, y aunque el mecenazgo de Don Rodrigo era arbitrio tal que hasta el Consejo de Castilla le diera sus parabienes, la aportación pecuniaria tiraba a escasa, por lo que el estudiante solo pudo procurarse un hospedaje de mala muerte y peor comida en el pupilaje de Don Gayferos. El dómine regentaba una casona en los alrededores de la plaza de San Martín, cuya fachada guardaba la verticalidad de puro milagro, el tejado a dos aguas hacía aguas por los cuatro costados, y los suelos eran más inciertos que los de un galeón a punto de hundirse.

Entrar en el pupilaje de Don Gayferos era codearse con la flor y nata de la peor sociedad salmantina. Bajo su capa cobijaba una nutrida corte de supuestos estudiantes, maestros en artes de libertinaje. Truhanes, tahúres, haraganes, fulleros, trileros, rufianes y algún que otro desprevenido escolar frecuentaban las estancias donde cualquier iniquidad era posible. El cándido Tirso, imbuido de los altos ideales de la caballería, se dio de hoz y coz con buscones de toda condición, arribistas con mucha escuela, licenciados en follones y catedráticos en cates. Al frente de aquella escolanía del trinque y de la tranca se situaba Don Gayferos, que, además de su querencia por los muchachos en flor, tenía arte y parte en todos los tejemanejes que bajo su techo se hacían.

Medio padre nuestro necesitó el dómine para percatarse de la bisoñez de su nuevo pupilo, y dos credos más tarde ya había puesto al cabo de la calle a Carancha y Caracandil, dos jaques que frecuentaban la institución y que entendían de haciendas ajenas tanto como de las propias. Al punto acordaron entre los tres aligerar las alforjas de Tirso. Para ello creyeron que lo más fácil sería acercarse cuando durmiera y arramplar con todo. Pero Tirso tenía a bien dormir de lado, con un ojo cerrado y otro abierto en dirección a sus ropas y al hatillo donde guardaba sus escasas pertenencias, mientras la bolsa con sus cuartos la llevaba atada a la cintura. Viendo el celo del estudiante, un día que intentaba pescar los dos garbanzos viudos que flotaban en el agua sucia que allí llamaban sopa, acercose Carancha de esta guisa:

─ Ha tenido buen ojo el caballerito en tomar este pupilaje, que la posada de Don Gayferos es de las pocas de la ciudad donde los estudiantes crían lorzas.

─Yo elegila por ser la que más se acomoda a mi bolsa. ─respondió precavido Tirso, al que el mirar extraviado y la barba de lija de Carancha intimidaban un tanto.

─Si me permite entrar en confianzas, ¿cómo duerme el caballerito?

─Los más de los días de costadillo, ¿por qué?

─Porque donde vayas, haz como vieres, y aquí dormir boca abajo es de estudiantes veteranos.

─ ¿Y qué pasa si de lado duermo?

─Quizás nada, quizás todo, pero por serviros me gustaría deciros que esta noche un grupo de tarambanas pasará lista de novatos para buscarles las cosquillas y las costillas, y si os ven de costadillo de seguro que saltarán a por vos.

lunes, 16 de enero de 2023

Venga bragas

Mientras Shakira lava en público sus trapos sucios, Venga, Bea es más recatada y se conforma con las bragas. Entre las muchas aristas a limar en una separación, Venga, Bea ha elegido la más deliciosamente escatológica y divertida. Esta nueva estrella ascendente mezcla frescura y alegría, tono muy de agradecer. Ya sabes, hagas lo que hagas, no te dejes las bragas en casa de tu ex si no quieres que te saque cantares.