─ ¡Dime que me quieres!
─Te quiero.
─Te falta pasión.
─Te quiero toda.
─Con más intensidad.
─Te quiero toda entera.
─Te falta sinceridad.
─Te quiero toda entera de verdad.
─No me llega tu sentimiento.
─Te quiero toda entera de verdad de la que no se puede uno aguantar.
─ Y el romanticismo, ¿dónde está?
─Te quiero toda entera de verdad de la buena, buñuelito de viento.
─ ¿Me querrás siempre?
─Te quiero toda entera de verdad de la que no se puede uno aguantar, buñuelito de viento, hasta que los mares se conviertan en gaseosa.
─ ¿Soy lo más importante para ti?
─Te quiero toda entera de verdad de la que no se puede uno aguantar, buñuelito de viento, hasta que los mares se conviertan en gaseosa, y esto es lo menos que se merece la reina de mis días, noches y entre horas.
─No sé, no sé, creo que te falta algo.
─Te quiero toda entera de verdad de la que no se puede uno aguantar, buñuelito de viento, hasta que los mares se conviertan en gaseosa, y esto es lo menos que se merece la reina de mis días, noches y entre horas, la que me tiene hasta el moño con sus ñoñerías, que eres más pesada que una encíclica papal, vete a darle la murga a la madre que te parió, so pelma.
─Pero qué labia tienes, bandido, vente que te doy un colchonazo.
─Ahí quería yo llegar.