
Como ya pronosticábamos hace poco, no en vano Repámpanos marca tendencia, el soporte del futuro para la literatura es el papel higiénico. Muy claro lo tiene el escritor nipón de novelas de terror Koji Suzuki, que acaba de publicar Dropp, impreso en rollos de papel. El relato ocupa una extensión de 88 cm, se repite 34 veces por rollo y sale por 1,55 euros. Parece que un buen susto es lo mejor para aliviar los esfínteres, que los japos con lo contenidos que son seguro que son todos de tránsito lento.
Lejanos quedan el papiro y el pergamino, el vulgar papel está muy sobado y el libro electrónico no acaba de arrancar; el papel del culo es el futuro de la literatura. Seguro que hasta surgirán nuevos géneros, como el biográfico evacuatorio, dedicado a las reflexiones sobre la trayectoria vital que acontecen mientras se le hace trabajar a Roca.
Hay escritores cuyas obras parecen especialmente hechas para este nuevo soporte. Alfonso Ussía es uno que ni pintado, aunque limpiarse repetidamente con sus obras puede acabar por producir almorranas. Joaquín Sabina, renovador de la lírica castellana y cantante en sus ratos libres, ya anda componiendo una Oda a la loza sanitaria, que podrá leerse en todos los retretes de las cervecerías Gambrinus para solaz de su clientela. Colhogar, líder en el sector de la limpieza del trasero, para no descolgarse va a contratar la próxima novela del último crack de la novela histórica, Ildefonso Falcones, titulada La churrera de tierra santa, que va a hacer que los lectores no despeguen el culo de la taza hasta que no la acaben.
Como ven, las posibilidades que se ofrecen son infinitas en un momento en que la literatura de usar y tirar es lo que se lleva, por lo que nada mejor que pasarla por el culo y luego tirar de la cadena, así habrá tenido alguna utilidad.