lunes, 11 de noviembre de 2013

Tocan a divorcio



Las razones esgrimidas para finiquitar un matrimonio suelen ser la incompatibilidad de caracteres, el distanciamiento emocional, que te encuentras a la mujer en una situación comprometida con el butanero, o como le ocurrió a la más grande, que se acaba el amor de tanto usarlo. Pero los hay que hilan más fino y buscan culpables fuera de los muros conyugales. John Devaney, de Rhode Island, allá en los Estados Unidos, encontró su chivo expiatorio en la campana de su vecina iglesia, que según sus cuentas repiquetea unas setecientas veces por semana. Para el desdichado John más que tocar a gloria le tocaban la moral, pues interrumpía sus pensamientos, sueños y relaciones familiares, hasta el punto de ser la culpable de su divorcio.
Como ven, este hombre oía campanas y bien sabía dónde, tanto que le ha metido un pleito a la iglesia que no sabemos cómo acabará. La congregación ha emitido un comunicado en el que afirman que rezarán un padrenuestro por la paz y mundial, y de paso otro porque reine también  en la casa de Devaney. Mejor se buscan un buen abogado, que cuando su campana suena a alguno le llevan los demonios.
La serena imagen del abigarrado caserío a la sombra protectora de la torre de la iglesia parece perderse en las nieblas del ayer. Los monótonos tañidos del bronce del campanario marcaban el lento caminar de las horas y los días. Hoy, hasta ese reducto de un tiempo ya pasado es capaz de enervar. La pregunta ya no es por quién doblan las campanas, si no por qué.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Desconsolados comensales

se llevó el secreto a la tumba



Hay olvidos que ni con la muerte se perdonan, y si no lean la esquela. Ya puede uno haber llevado una vida ejemplar, ser modelo a seguir entre sus pares, guardián de las más acrisoladas virtudes, entregado esposo, ímprobo padre, que como se muera sin haber revelado su secreto de la paella de escabeche, todo lo demás quedará en agua de borrajas.
El único consuelo que le restaba a los deudos, reunirse alrededor de un arrocito en recuerdo de aquel gran cocinero, se va a empañar por la terquedad de éste en llevarse su receta al otro barrio, donde sabido es que de poco le va a servir, que en el cielo llevan una vida muy frugal.
Todavía hay  esperanza, quizás el secreto esté escondido en una de las cláusulas del testamento y se lo legue a su nieta favorita o a la congregación de las Esclavas de Santa Rita. También pudiera ser que un buen día apareciera entre los papeles del finado y la familia cediera la receta para beneficio de la humanidad.  No perdemos la fe en ello, ni el apetito, pues se nos hace la boca agua pensando en el escabeche.

lunes, 28 de octubre de 2013

Caña kantiana

kant puede ser peligroso

A priori, aquel supermercado no reunía las premisas ontológicas necesarias para deliberaciones de calado, aunque a posteriori se demostró que cualquier lugar es bueno para la refutación del contrario. En síntesis, la bronca fue como tantas otras, pero desde el punto de vista analítico se abren nuevas posibilidades para la especulación metodológica.
Y es que Kant está de plena actualidad. Tanto, que dos tipos de una localidad al suroeste de Rusia, mientras estaban en la cola del súper para pagar unas cervezas, iniciaron una discusión sobre el célebre filósofo prusiano que llegó a las manos y terminó a tiros, con uno de ellos en el hospital y otro en el calabozo.
Desde el punto de vista del método no hay nada que objetar pues siguieron al pie de la letra el principio socrático de la mayéutica: utilizar la discusión como instrumento de conocimiento. No sabemos si las tortas llegaron por culpa de la razón práctica o de la razón pura o por alguna otra razón. Quizás uno defendía la preeminencia de la experiencia sobre la lógica y su contrincante, echando mano del imperativo categórico, sacó una pistola y se lio a tiros. A la luz de los hechos, creemos que han alumbrado una nueva categoría kantiana, la tangana epistemológica, elemento que los neo kantianos llevaban tiempo intentando definir para perfeccionar el edificio teórico del maestro.
No parece despreciable en este suceso los largos años que los rusos estuvieron expuestos al materialismo histórico. La razón dialéctica y su idea de que la tesis y la antítesis tienden a la confrontación explica en parte lo sucedido, sobre todo si hay cervezas de por medio.
Queda por demás pensar que una disquisición de estas características se dé en nuestras latitudes. Aquí la querencia son los planteamientos sartreanos, ondas meditaciones existenciales del tipo volverá Casillas a la portería del Madrid o cuándo se recauchutará de nuevo Belén Esteban, que todo lo demás son banalidades.

lunes, 21 de octubre de 2013

La espía que me comí

cigüeña en tránsito



Los servicios secretos siempre han echado mano de todos los recursos disponibles a la hora de fisgar en casa del vecino. Satélites espías que escudriñan hasta debajo de la última piedra donde pueda esconderse algún proyecto de misil balístico con propulsión a perdigones de hidrógeno, agentes dobles con buena percha para camelar a la secretaria del ministro de defensa que celosa guarda las directrices de un ataque preventivo que coincida con los saltos de esquí de año nuevo, o drones que pongan a algún talibán en órbita geoestacionaria. En este negocio, como en tantos, el fin justifica los medios. Por eso, hay estados que viven en estado de paranoia, viendo espías por todas partes. Y las últimas sospechosas son las cigüeñas, al menos en Egipto.
Resulta que en Hungría uno de los pocos alicientes que ofrece la vida es el de husmear en las costumbres migratorias de las cigüeñas, por lo que una asociación ornitológica local agarró a una de ellas y le colocó un GPS para seguirla por esos mundos de Dios.
El ave en tránsito, a lo que parece, hizo escala técnica en Egipto, donde rápidamente le echaron el lazo. Al ver el aparato que cargaba, cabalmente dedujeron que los infieles la habían mandado a espiar. No sabemos qué puede ser fiscalizado por aquellos arenales, si el índice de refracción de los rayos solares en el colodrillo de la esfinge, la largura de las barbas de los Hermanos Musulmanes o la cantidad de gente que tras el trabajo se va de cañas, desoyendo las leyes del profeta. En este primer encontronazo nuestra amiga tuvo suerte, pues tras personarse la autoridad competente, resolvieron que la cigüeña no suponía un peligro para la seguridad nacional y la dejaron ahuecar el ala.
Pero la historia estaba abocada a acabar en tragedia, pues no más levantó el vuelo, la reina de los campanarios, la entrañable cigüeña, volvió a caer presa de otro paisano. Éste no estaba preocupado en la seguridad de la patria sino en el ruido que le hacían las tripas, por lo que sin contemplaciones la desplumó y la metió en la olla, acabando de guiso para toda la familia.
El idealismo de la primavera árabe ha mudado en un pragmatismo del que no se libran ni las precursoras de la primavera. No se sabe si también se comieron el GPS, cacharro que creemos que gafeó a la cigüeña. Dice la tradición que las cigüeñas vienen de París. Puede que sí, pero de donde seguro que no vuelven es de Egipto. Advertidas quedan.