El jefe de la pasma, un personaje un punto menos
rancio que el refajo de Sor Patrocinio, se levantó un día rumboso y otorgó la más alta condecoración de la policía a una virgen que atiende al peregrino nombre
de Nuestra Señora María Santísima del Amor, y a la cofradía malagueña que la custodia,
El Rico y María Santísima del Amor. La medalla que les ha tocado en
suerte se concede a agentes muertos o mutilados en acto de servicio o aquellos
que participen en servicios de trascendental importancia. No sabemos en qué promoción se incorporó María del Amor a la policía, ni los hechos heroicos protagonizados porra en mano. Todo apunta que
no va más allá de la presunta colaboración de sus cófrades en la semana santa malagueña, acto de alto riesgo y peligrosidad dada la
explosiva combinación de saetas y
legionarios.
Fernández Díez, cuyos únicos méritos para el cargo es la lealtad perruna a Rajoy, el mismo que
despachaba tranquilamente la muerte de quince personas en Ceuta, quizás debería conceder otra condecoración a Santiago Matamoros para que se persone por aquella frontera a poner
orden, que sus subordinados no parecen
andar muy finos y lo de la compasión por el prójimo lo dejan para
las procesiones nada más.
Vista la
manga ancha con que concede el opusiano ministro los laureles, en internet ha
surgido una campaña para que les den otra medalla a Mortadelo y Filemón,
personajes tan ficticios como el anterior, pero que llevan lustros batiéndose
el cobre contra amenazas como Joe Matraca o el Gang del Chicharrón, más peligrosos
que todos los legionarios malagueños ahítos de jumilla.
Realmente,
tiene coherencia la concesión de la distinción a la virgen, no en vano la
derecha tiene como lema A dios rogando y con el mazo dando. Parece que el
carácter laico del estado se lo pasan por el arco del triunfo, además del
tufillo a superchería medieval que arrastra el asunto.
Parece que no hay más remedio que la intervención divina, porque esperar algo a derechas de
nuestros gobernantes es pena perdida. Quiera dios que el castigo dure poco y
estos rancios sean sustituidos por otros que no hagan política en las sacristías. Pero no nos hagamos muchas ilusiones,
recuerden lo de virgencita, virgencita, que me quede como estoy.