La más alta manifestación de la papiroflexia es la
fabricación de aviones de papel. Al placer de crear de una humilde hoja una
compleja aeronave se une la azarosa experiencia de echarla a volar. Hay quien se especializa en las gráciles pajaritas que requieren de mil pliegues y pulso firme para su elaboración, pero pronto acaban
criando polvo en alguna esquina, incapaces del más leve batir de alas. Los principiantes se dedican a los sencillos y
funcionales sombreros, pero como te vean con
uno por la calle acabarás tachado de majareta.Solo
los aviones de celulosa dan juego más allá de su construcción.
Para hacerlos se
requieren conocimientos de aerodinámica que el común de los mortales no
manejamos, recurriendo al científico método de prueba y error. Hay que sopesar
el tamaño de las alas, el ángulo con el que cortan el aire, que el fuselaje no lastre
el diseño, sin olvidar el gramaje del papel y su rigidez.
Muchas variables que a la hora de la verdad, cuando lanzas el avioncito,
pueden dar al traste con el vuelo inaugural. Unas veces con el impulso inicial planea
un par de metros antes de hacer un aterrizaje de emergencia. Otras, nada más
soltarlo, entra en barrena para estrellarse a un palmo de nuestros zapatos.
Algún diseño casualmente acertado, y ayudado por las corrientes, navega por los
amplios espacios de la habitación con serena elegancia. Después están las líneas
compactas de los aviones diseñados para las piruetas. Lanzados con todas las
fuerzas, describen raudos tirabuzones, giros y requiebros vertiginosos antes de
estamparse contra una estantería, o si hay más suerte, caer sobre la mullida
cama.
Parece que el
espíritu de estos objetos voladores identificados sigue vivo, y ahora toma
nuevo impulso con PowerUp 3.0, un diminuto motor que puede ser acoplado a
cualquier nave de papel y convertirla en todo un avión teledirigido vía
teléfono móvil. Con este pequeño gran invento parte de la frustración padecida
por nuestra falta de habilidades aeronáuticas se verá mitigada. El motor consta
de una diminuta hélice y un timón. Carga energía para un vuelo de diez minutos,
toda una odisea para lo que estábamos acostumbrados hasta ahora.
Instale PowerUp en
su avión de papel y reviva los tiempos heroicos de la aviación. Láncese en
picado sobre los cielos de Francia como Von Richthofen o cruce el Atlántico sin
paracaídas como Lindbergh. Aunque no lo parezca, la papiroflexia puede ser un
deporte de riesgo.
8 comentarios:
Así empezaron los que construyen drones para matar supuestos terroristas y mira lo lejos que han llegado.
Chafardero, ten compasión de los que tenemos vista cansada y necesitamos gafas para leer.
Gracias y un abrazo
Una curiosidad que hará gozar a los aficionados de este pasatiempo.
Saludos!!!
Yo siempre he sido un desastre para este tipo de artes: el avión pelado, el fuelle aquel que se rellenaba con polvo de tiza y para usted de contar.
Pero con este novedoso invento será cosa de pensárselo. Y tal vez se le pueda añadir un micro, una cámara y... ya tenemos un dron, como dice herr doktor. Aunque el problema va a ser la endeblez del papel normal: quizá haya que pasarse al cartón, por lo menos.
Curioso es, pero yo para esas cosas soy un negado total.
Saludos.
@ dr Krapp
Lo habitual es que se invente para la guerra y luego se encuentre una utilidad pacífica, pero esta vez será al revés.
Ya siento lo de la letra. El maldito editor de textos de blogger no me hace ni caso, a ver si lo arreglo.
@ Aristos
a mí ya me gustaría tenerlo, aunque no sé nada de su precio.
@ Rick
ya veo que le sacan ustedes unas utilidades muy belicosas al invento. Yo imaginándome en el parque haciendo piruetas y ustedes en Afganistán espiando talibanes.
@ Rafa
ahora tendrás la oportunidad de ser un as de la aviación sin salir de casa.
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