lunes, 24 de mayo de 2021

Él vive (IV)


 

La resaca emocional de aquel fin de semana se dejó sentir todos los días hábiles posteriores    al hecho causante. Cutter me había dado en la línea de flotación. Siempre que un problema no me suelta, me sumerjo en el trabajo hasta que se aburre de mí. Pero esta vez era diferente. Cómo un tipo chuleta y farandulero había dejado semejante huella en mí era algo que me turbaba, pero también me irritaba que me hubiera querido follar como a una choni cualquiera. Para eso ya estaban mis amigas. Aunque presumo de ser una tía que controlo a veces se me van las cosas de las manos. No tenía que haber pegado la espantada, pero la mirada de salido que puso a última hora me asustó. Negociando un convenio regulador a medida de las partes seguro que mi Elvis se hubiera conformado. Y si no, basta de escrúpulos, cuando un tío te interesa no hay que pararse en barras. Hasta el memo de mi ex había encontrado pareja, una farmacéutica ninfómana que le hacía meter más horas que un bombo en fiestas, y yo me tenía que conformar con un amante ocasional que hasta el culo se depilaba y no se lo podía tocar que se irritaba.

Para colmo la semana fue horrorosa. Los dos críos griposos en casa dando guerra y en el trabajo un desfile de hombres derrotados a punto de que sus mujeres los acabaran de desplumar. En otro momento me hubiera traído sin cuidado, pues los divorcios suelen ser la única situación en que nosotras salimos ganando. He ayudado a muchas mujeres a dejar a sus maridos como su madre los parió, lo consideraba mi contribución a la causa femenina. Pero ahora empezaba a compadecerme del pobre diablo que con un hilo de voz pedía un poco de tiempo para pagar la pensión a su ex o el que mendigaba un par de horas más para estar con sus hijos. La joya de mi exmarido, con la excusa de que no encontraba trabajo a su medida, se dio la gran vida mientras yo levantaba el bufete a base de esfuerzo y constancia. Convinimos entonces en que se dedicara a cuidar de los niños, pero sus responsabilidades no iban más allá de prepararles un colacao para desayunar, por lo que al final también tuve que hacerme cargo, mientras él abría una consultoría on line que no era más que una tapadera para ver vídeos de mulatas dándole al mango.  Entenderán que estaba predispuesta a culpar a la parte contratante masculina en cualquier pleito que se me presentaba. Quizás esos antecedentes jugaban en mi contra a la hora de buscar otra pareja. Por eso me arrepentía de mi comportamiento con Johnny, a pesar de que él siempre iba vestido para matar y nunca me ha gustado ir de tía fácil. Cansada de los nuevos prototipos masculinos que no sabían por dónde les daba el aire, éste era un diamante en bruto. Johnny se sabía hombre desde la punta del tupé hasta el dedo gordo y eso me ponía, me ponía mucho. E iba tras mis huesos, no de mi cartera.

Con todas esas ideas dando vueltas en mi cabeza hizo acto de presencia el sábado sabadete. El mayor estaba bastante recuperado del trancazo y el pequeño volvía a mover su inquieto culo por toda la casa. A media tarde llamé a la canguro y contacté con las amigas. No les dije de mi intención de volver al Jambalaya, pero no hizo falta. Lourdes no salía que tenía evento familiar, y Maika tampoco pues la semana en la pelu había sido dura y no se tenía en pie.

 Aunque me basto y me sobro para ligar, me gusta más ir en grupo.    No me apetecía salir sola, pero sabiendo que iba a tiro fijo me dejé caer por el garito cuando ya el concierto había empezado. Para ir a tono con el ambiente roquero proletario me vestí de vaqueros, eso sí, de Ralph Laurent, marcando las diferencias El bolo fue como el anterior, todos los roqueros de la ciudad aullando ante su ídolo vuelto del otro mundo, más alguno que otro que como yo iba por libre. Me quedé atrás con una cerveza y no tardó mucho en pasar a saludarme Efe:

— ¿No puedes dejar el rock?  —dijo con sonrisa guasona. Aquel día se había puesto un tupé más discreto y una camisa vaquera con la bandera sudista a la espalda, lo que le alejaba del show business más hortera.

—Tenías razón, una vez que caes en sus redes, es imposible huir.

—Es verdad. Elvis fue una estrella sobre el escenario, pero fuera de él no supo brillar.

— ¿Ahora le criticas?

—Soy de su cofradía, pero no comulgo con ruedas de molino. Lo difícil de ser roquer no es estar tomando birras un sábado a la noche, sino en batirse el cobre día a día.

— ¿Y cuál es tu protocolo de actuación?

—No hay recetas mágicas, solo mantener los pies en el suelo y la cabeza en las nubes. —Iba a preguntarle por la jurisprudencia que avalaba tal afirmación cuando Elvis atacó con todo: empezó a sonar Crazy Little Thing Called Love. No me pregunten qué pasó, pero toda la peña, a una, se estremeció espoleada por el tema. Se hacía difícil pensar, mi cuerpo tomaba el mando y mis ojos se comían al loco que despertaba lo salvaje que se escondía en mí. Johnny no iba tan puesto como el sábado anterior, lo que no le restaba poderío. En los temas rápidos parecía recién llegado de Menfis, sus pies no tocaban el suelo, sus caderas ponían el universo patas arriba. Pero en aquel bolo interpretó muchas baladas, donde le hacía el amor al micrófono, al que agarraba con el brazo sobre la cabeza en postura melodramática, con las piernas abiertas en medio de la pista. Su voz tenía aquella noche un deje lastimero, reconcentrado. Daba la sensación de cantar para él, ajeno al público.

Había decidido actuar como una fan fatal y lanzarme a sus brazos con alevosía y nocturnidad en cuanto bajara del escenario, pero hete aquí que se me adelantaron, y no precisamente una desconocida, sino la perraca de Maika, milagrosamente recuperada para la ocasión. Había estado desde la primera fila enseñando la mercancía a Johnny, y ahora se había echado sobre él para que la catara. Se estuvo columpiando de su cuello mientras él firmaba autógrafos y recibía parabienes de sus seguidores. Después se fueron solos hacia una esquina del escenario. A mí se me iba quedando cara de tonta y me maldecía por haber vuelto como una pringada muerta de hambre. Hay que ser muy inocente para pensar que un tipo como ése fuera a guardarme la vez, y más si a la cola estaba una amiga como Maika. Me debatía entre mandarle un matón a que le pusiera las tetas de corbata o el forense a que evaluara su grado de subnormalidad, cuando vi que Johnny empezaba a poner distancia entre los dos. Maika insistía sin darse por vencida, venga pegarse como una lapa y a ponerle las domingas encima, su principal argumento, hasta que Johnny dijo basta en tono cortante, la apartó y se fue hacia el fondo de la barra. Si un jurado hubiera visto la cara de Maika en ese momento la hubiera condenado a media docena de cadenas perpetuas, sin posibilidad de redimir la pena. Que se joda, pensé, ahora me toca a mí. 

4 comentarios:

Rick dijo...

Parece que esta vez Elvis se comporta un pelín más civilizadamente sin perder su apostura. Bien, eso será suficiente para que los acontecimientos sigan el curso esperado. La resolución judicial está al caer.... parece. ¿O nos reservas alguna sorpresa de última hora?

Doctor Krapp dijo...

Buen texto de dos personalidades puras y asilvestradas en tiempos de excesiva domesticación. ¿Será un final feliz con almas desbocadas en feliz encuentro tipo Grease?

Tengo la jurisprudencia que avala la confirmación y es de uno de los cantautores hispanos tendentes al rock más reconocidos:
https://youtu.be/M8DcLmfWVLo

Saludos

Chafardero dijo...

@ Rick:
ya sabes, las rock stars son una caja de sorpresas, cuando no una caja de bombas.

Chafardero dijo...

@ doctor Krapp:
No conocía el tema de Camacho, bien pudiera suscribirlo el propio Efe, porque Elvis no pisa el suelo nunca, o casi.