Las todopoderosas farmacéuticas se enfrentan a un enemigo
inesperado, y por tanto, de cuidado. Tan convencidos están de los efectos
sanadores del arte, que los médicos de Montreal podrán recetar a sus pacientes
una visita al museo de Bellas Artes de la ciudad. La iniciativa en principio
está dirigida a enfermos de más de ochenta años que ya no atinan ni a
enfundarse unas mallas, y menos a hacer el cabra por parques y jardines, que lo
de hacer deporte a ciertas edades es un ejercicio de riesgo. La cortisona y la
serotonina, hormonas responsables en buena medida de nuestro bienestar, se
segregan trabajando el músculo o contemplando la belleza, con la ventaja de que
con la segunda opción evitas el infecto ambiente que suele rodear el deporte en
general.
Confiamos que a no tardar se generalice esta idea. Habrá
pacientes recalcitrantes que tanto les dará estar frente al Gernika que frente
a una calle de Vallecas, pero a poco que se dejen llevar palparán los
beneficios de pasear por los museos, sobre todo si se consigue que cada enfermo
visualice el autor correcto. Así, Murillo y sus angelotes mofletudos serían
prescripción obligada para la incontinencia urinaria. Una buena exposición de
Rubens y sus jamonas obrarían el milagro ante las tiesas de las anoréxicas. Los
problemas familiares se relativizan frente a Saturno devorando a sus hijos, y
los egocéntricos se bajarían del pedestal al ver cualquier paparrucha de Dalí.
Los bipolares se centrarían ante las mil caras del cubismo, y los delirios de
grandeza se vienen abajo con una buena retrospectiva del brutalismo soviético.
Como ven, solo con la pintura se abarca un amplio abanico de
patologías, sin entrar en otras disciplinas. Las reinas del orfidal y el
ibuprofeno verán su negocio peligrar. Quizás en un próximo futuro en vez de
investigar sobre nuevos principios activos tengan que hacerse con la obra de
algún artista emergente que alivia las hemorroides, o un expresionista
abstracto que neutraliza el reflujo gástrico. Nuestros cuerpos, y almas, se lo
agradecerán.
4 comentarios:
Me ha encantado esa prescripción de autores para cada dolencia: es muy atinada, y tienes razón en que puede dejar en la calle a la mitad de la flota de psicólogos (lo de los psiquiatras ya es más complicado). Y se le podrían buscar aplicaciones parecidas a otras artes como la música o el cine, sin ir más lejos.
Pues mira, no me parece una mala idea. Al menos algunos sabemos de los efectos terapéuticos de la música o de una buena película.
Cada día se comprueba más que las medicinas placebo, incluyendo las terapias naturales, curan más que las otras que vienen bien en un apuro por supuesto pero que solo son química para un organismo que a veces se enferma por otras cosas.
@ Rick:
Creo más en el poder terapéutico de la música, pero si las pinacotecas ejercen el mismo efecto pues muy bien
@ doctor Krapp:
Y con la ventaja de que el único efecto secundario es que el paciente se enganche y vuelva a acudir a por su dosis de belleza.
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