lunes, 7 de febrero de 2022

El caso Gerión (I)


 

¿Qué sabe usted de toros?

Que les gustan las vacas.

Vale, tendría que haber andado con más tiento ante el maestro, pero para mí el arte de la muleta y el de la cerámica etrusca eran igual de misteriosos, y no quería que se hiciera ilusiones conmigo. Se me quedó fijo, con un rictus de estatua de cera que cría polvo en la esquina de un museo. Éste me larga pensé, arrepentido por dejar hablar sola a mi bocaza. Siguió mudo un instante más y dijo:

Poco es.

Me apaña.

Curro Cuenca, sin mover un músculo, siguió sopesando si me daba el trabajo o con la puerta en las narices. Darío, el colega que me había recomendado ante esta vieja gloria, que malvive en una tasca frente a la plaza y al que de vez en cuando le ayudo con la reventa, decía que en su buena época, nada más poner un pie en el ruedo se hacía el silencio, y hasta el toro parecía pedirle permiso para saltar a la arena. De delgado que era se diría que estaba siempre de lado, recién afeitado a pesar de lo tarde de la hora y envarado en un confortable sillón. Al fondo de sus cuencas sus ojos escudriñaban con un brillo obsesivo. Hasta con un batín algo usado al lado de la chimenea apagada era la estampa de la autoridad. Vestido de picoleto acojonaría. Según Darío fue uno de los grandes en esto del toreo, pero llevaba mucho tiempo retirado y pocos se acordaban de él.

Necesito que encuentre a un toro.

Ole con el encarguito. En esta profesión me ha tocado buscar de todo, desde la dentadura postiza de un grande de España algo despistado hasta la muñeca hinchable de aquel majara que se iba a tirar al tren porque no podía vivir sin ella, pero un toro me venía un poco grande.

¿Suele perder toros a menudo?

No. Me lo han robado.

¿Sospecha de alguien?

Sí, de mi mayor enemigo. Ahí empecé a dudar de si el impávido viejo sufría delirios de grandeza o demencia senil. Creo que algo notó en mi gesto, y esa cara que no había vuelto a sonreír desde la elección de Naranjito como mascota del mundial se contrajo en un gesto de ira reprimida.

¡Sí, tengo muchos enemigos! El planeta taurino está lleno de hijos de Caín, y si has intentado mantenerte al margen de sus tejemanejes, no te perdonan.

Pero usted tiene la finca llena de toros. Qué más le da uno más o uno menos.

Gerión no es un toro cualquiera.

Y dice que se lo ha robado su mayor enemigo, que es...

El Guindi. Quizás le suene.

Va a ser que no mentí. Otro de su quinta, que en los setenta se hartó de dar vueltas al ruedo y ganar dinero, pero era para ver si soltaba prenda, que Curro era un hombre de palabra, una de cada vez.

Hace más de treinta años estábamos los primeros en el escalafón, pero nunca congeniamos. Siempre intentó hundirme, y sigue en ello.

¿Robándole un toro?

¡Es el trabajo de toda mi vida! se levantó ágil y se fue hacia la ventana desde la que se divisaba parte de su finca. A pesar de ser un hombre acostumbrado a contener sus emociones, se le veía presa del nerviosismo. Los ojos se movían inquietos, de su pelo teñido caían gotas de sudor, en los bolsillos del batín se notaban sus puños apretados.

Como no se explique mejor poco voy a poder hacer por usted. Siguió paseando por la sala, que tenía más metros que mi piso y el del vecino juntos, sopesando qué contarme. Al rato pareció haber tomado una decisión y volvió al sillón al lado de la fría chimenea.

lunes, 24 de enero de 2022

Caros aires


 

Hay muchas formas de ganarse la vida: encima de un andamio, debajo del agua, en una poltrona o en un banquillo, en lo público o por su cuenta. Y después están los que viven del aire, como Stephanie Matto, modelo e influencier que vende sus pedos a precio de oro. Es una de estas profesiones hijas de su época, cada vez hay menos castañeras pero más pedorras. La gente se pone cachonda con cosas muy raras. La adoración por los pies que sentían Buñuel o Tarantino ahora parece más inocente que la afición de las  novicias por el tocino de cielo. La debilidad nipona por las bragas usadas de adolescentes no es más que una travesura de ejecutivos a los que les aprieta la corbata. La nueva frontera del fetichismo son las flatulencias embotellada al vacío. Destapar el tarro de las esencias íntimas, aspirarlo hasta embriagarte, imaginar que te haces con lo más secreto de esa mujer, que los vapores que una vez fueron suyos ahora forman parte de ti, eso no tiene precio. Pero sí lo tiene, y muy alto. Más de mil dólares el tarro.

A cuenta de tocar las narices al personal Matto tiene el riñón cubierto. Tal es su éxito que ha tenido que subir la producción para saciar a los que beben los aires por ella. Con una honradez que no sabemos si será propia del gremio, no subcontrató la generación de ventosidades. Para aumentar el meteorismo de su organismo se puso a dieta de alubias, huevos y demás productos que dejan las tripas como un gaseoducto. El cuerpo de Stephanie Matto no soportó la presión gasística y tuvo que ser ingresada con síntomas de preinfarto. Mientras sus rendidos admiradores contienen la respiración, los médicos le advierten de que se deje de ventoleras si quiere llegar a vieja. Nosotros le aconsejamos que diversifique la oferta. Si de verdad quiere dejar un recuerdo indeleble, que embotelle el sublime aroma que desprende la freidora de una churrería, billete seguro a un viaje astral al otro lado del arco iris. Su pompis se lo agradecerá y sus fans, con la pituitaria ya atrofiada por sus descargas anales, ni se darán cuenta.

lunes, 17 de enero de 2022

El Gobierno de China

Un grupo que se hacen llamar Pantocrator por fuerza deben tener mucho poderío. Aquí lo demuestran con esta desquiciada canción a base de nacionalizaciones y nicotina. De lo mejor del pasado año, Pantocrator tienen debilidad por los amores tóxicos y las referencias geopolíticas, aderezadas con la desquiciada voz de la solista. Disfrutad del video con sus deliciosas recreaciones de los carteles propagandísticos socialistas, pero no os puto pilléis con ellos, son una bomba de napalm.