Una de las actividades que más enaltece al ser humano es la de recoger mierda por la calle. Evidentemente, no cualquiera. El zurullo del gamberro del vecino plantado en el banco del parque ni tocar, la deposición diarreica de la abuelita a la que le da un apretón al doblar la esquina ni hablar. Nos referimos a
la mierda del mejor amigo del hombre. Al ver a cualquier dueño
limpiando las deposiciones de su animal en la vía pública comprendemos
que hemos llegado al cénit de la civilización, que el merecido fin de la humanidad es el de recoger excrementos caninos. Llegamos a una nueva era, ha desaparecido el homo sapiens, el homo canis está en la cúspide de la pirámide evolutiva, desde donde se entregará en cuerpo y alma al solaz de esos animales que les lamen las manos y nunca los ponen en duda. Para qué interactuar con sus semejantes si pueden tener un chucho que siempre le dirá lo que quieren oír.
El problema es que entre la legión de personas con debilidades caninas las hay incívicas que ponen a cagar a sus mascotas en cualquier esquina y allí dejan el pastel sin ningún empacho. Es una de esas lacras que sufrimos en los países civilizados, que en los que están por civilizar tienen mejores cosas que hacer. Ante semejante problemática las administraciones
implicadas han articulado una panoplia de actuaciones cuyos resultados
no han sido los deseados, pues como te descuides vuelves a casa con los
dobladillos del pantalón bien untados. En el ayuntamiento de Mislata, Valencia, han tomado medidas radicales
e imaginativas. Crearán un banco de ADN con todos los perros del
pueblo, seguidamente analizarán la cagada que encuentren en la calle y
todo el peso de la ley caerá sobre el animal del amo que no recogió la
heces de su animal. Una suerte de CSI canino limpiará las calles, se acabó la impunidad en aquel pueblo y los patinazos en material fecal.
En
Tarragona han optado por una solución más convencional. Contratarán a
detectives privados para controlar las deposiciones en zonas no
reglamentadas. El poco encanto
que le quedaba a la profesión de detective se va por el retrete con
semejantes encarguitos, por mucho que se suban las solapas de la
gabardina.
Nosotros dudamos de la efectividad de tales medidas dadas las limitaciones cognitivas del homo canis. Optamos por medidas coercitivas de largo alcance como es desplegar a la legión por las zonas más degradadas
de nuestras ciudades, que un cuerpo que tiene una cabra por mascota
puede bregar con cualquier tipo de animal, de dos o cuatro patas. Y el
que no sepa cuidar un perro que se lo quiten y se vaya a perrear a la discoteca.