lunes, 7 de septiembre de 2020

Psicofonías sexuales (II)


 

Pasaron las semanas y la morena vestida de negro parecía que se la había tragado la tierra. No volvió por el bar, no la vi por la calle, nadie supo darme razón. Quizás hubiera escapado un rato de una peli de Chucky, o fuera una semidiosa de World of Warcraft de paso por el barrio. Al principio estaba dispuesto a buscarla en Groenlandia, en Perú o en los anillos de Saturno. Luego fui dejando pasar la cosa, como me suele ocurrir.

El cuerpo es sabio, y más el mío, y gracias a él me reencontré con Paki. También se lo debo a Marisol y a sus callos picantes, que despertaron mis almorranas de tal manera que no me daban cuartelillo ni de día ni de noche. Tuve que ir al médico y en el centro de salud estaba ella. Nada más verla en la sala de espera me sentí igual que una cabeza tractora de mil caballos subiendo escaleras arriba. Pensé en qué haría mi adorado Harry el Sucio si se viera en otra igual, saqué toda la artillería y me senté a su lado. Visto lo frío que fue nuestro primer encuentro no lo mencioné ni ella parecía recordarlo.

Puse la mirada de sobrado que tanto resultado me había dado otras veces, en plan si te vienes conmigo tía no necesitarás volver a actualizar el antivirus. Lo de qué hace una chica como tú en un ambulatorio como este la pilló desprevenida, cuando le dije que me gustaba el toque vintage de su camiseta con el tío Creepy siguió en sus trece. Luego le hablé de Freddy Krueger y de La matanza caníbal de los garrulos lisérgicos, que viera que controlaba los clásicos. Su escote dejaba ver una calavera tatuada en el canalillo, llevaba piercing en la lengua y la nariz, y una cadena marcaba su cintura con elegancia de ferretería. Nunca he sido muy del gremio, pero más vale ser heavy que maricón de playa. Al principio me miraba con ganas de bailar sobre mi tumba, luego me siguió el rollo al confesarle que me sabía capítulos de carrerilla del Señor de los anillos. Cuando parecía que la llevaba a mi terreno llegó mi turno y fui a la consulta del médico a confesarle mis problemas más íntimos. Pero al salir seguía allí, y supe tocar la tecla adecuada: la invité a una birra. Tras pasar ella por manos del matasanos cayó en las mías. La tía era una esponja, y bien empapada de cerveza se fue soltando. Le gustaba lo paranormal, los demonios, los orcos, los arcanos, Black Sabbath y las palabras exóticas, y medio dejó caer algún desengaño sentimental. Después de pasarme toda la tarde financiándola botellín tras botellín conseguí su móvil, y al despedirnos me dedicó un eructo cervecero en el que iba implícito cierta complicidad. La semana siguiente la sometí a un bombardeo de emoticonos diabólicos, citas del Necronomicon, videos de casquería fina y esta labia que me caracteriza a jornada completa, hasta que conseguí una cita con ella.

lunes, 31 de agosto de 2020

Psicofonías sexuales (I)


 

Estaba en la barra del Tichi´s desayunando mis anchoas con nocilla y leyendo el periódico como cada mañana. A primera hora la clientela no venía a gozar del calor del amor en mi bar, lo que me dejaba tiempo para pensar en mis cosas. Soy un tío informado, ahora tiro de internet, pero siempre me ha gustado la prensa escrita: los sucesos, la quiniela, el horóscopo, los anuncios. Es mi manera de estar en la pomada, lo mismo te enteras de una oferta de amortiguadores, de que al frutero le han robado el coche o de la nueva de Predator. Marisol trasteaba en la cocina, maldita sea, algún día le robaré el secreto de sus croquetas. Gracias a su mano con las cazuelas el negocio iba viento en popa, la mujer valía su peso en marisco. Solo había dos clientes en el local. Toni hablaba consigo mismo sobre sus cosas al fondo de la barra mientras se metía su segundo carajillo, desde que se separara se le había ido un poco la olla. El otro era Javier, de pie en una mesita alta, con un té rojo con limón, escribiendo en su eterno cuaderno negro la obra que daría un vuelco al panorama literario, o eso decía él. Pero es lo que tiene la hostelería, que en cualquier momento entra por la puerta alguien que rompe con la rutina y de paso te rompe el corazón. Ese día entró Paki y pidió un solo bien cargado con sacarina, maneras de vivir.

 Antes de que abriera la boca ya sabía que esa tía me molaba. Vestida de negro, llevaba una camiseta de Iron Maiden donde un diablo de dientes de sierra sonreía justo a la altura de sus grandes tetas. Pelo negro despeinado a conciencia, labios pintados de negro, cruz egipcia tatuada bajo una oreja, mirada de poseer conexión directa con el infierno, tenía ese algo misterioso que no dejaba indiferente a nadie, y a mí me ponía más que cuando en el Call of Duty le vacías el cargador a algún julay. Sabía que no podía perder el tiempo, era la primera vez que aparecía por el Tichi´s e igual no la volvía a ver. Le entré preguntándole si el solo estaba a su gusto. Respondió con una mueca que no supe interpretar. Le dije que tenía el vinilo del disco de los Maiden que llevaba en la camiseta, respondió que eran unos moñas, la llevaba por el diablo nada más. Sin previo aviso se bajó del taburete, se dio media vuelta y se largó sin decir adiós.

No es la primera vez que me dan calabazas, pero sí de forma tan contundente. El que fuera a primera hora y me pillara con la legaña puesta valía como disculpa, pero todo el día estuve con la sangre de mi tristeza haciendo de las suyas. Fue un encuentro fugaz, un instante en el que universo te muestra el camino, estaba seguro de que con aquella mujer podría bailar un rock and roll toda la noche hasta que saliera el sol. Lástima que ella no lo supiera. Pregunté a Toni y a Marisol si la conocían. El Toni sentenció que era una mongui player, categoría de su invención donde metía a todas las tías. Mi leal cocinera me dijo mientras le daba la vuelta a la tortilla con ese garbo que dios le dio que le sonaba del barrio, así que era posible un nuevo encuentro. Con eso me consolé.

lunes, 13 de julio de 2020

Vacaciones

          

Como otros años, llega el difícil y postergado momento de tomarse vacaciones. Para este verano habíamos preparado unas semanas en la noche sin fin de Ibiza, bombardeados por epiléptica música nacida del seno de máquinas insaciables, rodeado por la más selecta fauna de la galaxia, hasta que nuestros cuerpos y almas quedaran como un motor gripado. Pero el puto virus nos obliga a cambiar de planes, evitar multitudes y ni siquiera codearnos con la abuela en las fiestas del pueblo. Así que hemos reservado celda en un monasterio de Valdeliendres del Rijoso, donde nos dedicaremos a la vida contemplativa, a meditar sobre la brevedad de la vida, la laxitud de los laxantes, la política fiscal de la restauración, y sobre todo, el índice de refracción de las acelgas. Les dejamos con un temita yeyé de Rocío Dúrcal, ideal para sobrellevar los calores estivales. Muchas gracias por estar ahí, felices vacaciones y hasta septiembre.