martes, 14 de agosto de 2007

Un buen día lo tiene cualquiera


Mis queridos amigos, hoy tengo el placer de presentar la última obra de Santiago Lorenzo, artista al que me une su afición por las bebidas espiritosas y a los tanques alemanes de la Segunda Guerra Mundial.

Diez años han tenido que esperar sus seguidores, que son legión, para disfrutar de “Un buen día lo tiene cualquiera”. Debutó con “Mama es boba”, comedia negra, dulce y cruel como pocas, en la que asistimos a la vergüenza ajena que provoca a un niño sus padres, simples y bonachones, y como son puestos en la picota por una tele local. Una de las múltiples habilidades de Lorenzo es el calor humano que desprenden sus personajes, que aunque sean mediocres, perdedores o insulsos, siempre tienen un toque delirante que los redime.

En “Un buen día lo tiene cualquiera” asistimos a la bajada a los infiernos de un yupi meseteño, que arruinado no tiene donde caerse muerto. Ya se sabe que la administración hace extraños compañeros de viaje, así que acaba viviendo en casa de un jubilado acelerado que le hará la vida imposible. Acompañan a nuestro héroe el típico amigo que vive del cuento, una azafata maniática, un barman castizo y funcionarios de variado pelaje.

Gracias a Dios no estamos ante una película social ( critica Lorenzo ”hacer mercado de las desgracias ajenas me parece asqueroso”), que eso se lo deja a los pijos, sino ante la tragicomedia de un pobre desgraciado vapuleado por la vida y que se agarra a lo que puede. Uno de los centros de operaciones es la tasca de toda la vida, en peligro de extinción por culpa de esos cutres bares franquiciados, donde se habla de lo humano y lo divino entre cañas y tapas de albóndigas.

Déliceux la visión del capitalismo a la española que nos muestra. Empresarios salidos de un juego de Monopoli, empresas que venden humo envuelto en papel celofán, negocios con la misma I+D que un puesto de castañas. Normal que todos busquen meterse funcionarios, y que parte de los funcionarios se dediquen a negocios sui generis.

Mención de honor para Onofre, viejo cuyos discursos son impagables, y su casa llena de todo tipo de objetos que harán las delicias de los frikis treintañeros. Casi coprotagonista de la cinta, cizañero y desvalido, encarna a la perfección los personajes de Lorenzo, siempre entre la crueldad y la inocencia.

Para que entiendan lo mucho que me gustó la peli, decir que al salir se me olvidó tomar el preceptivo gintonic con el que rubrico mis visionados. Si quieren saber lo que se sufre en las garras de la tercera edad, esta es su película

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me creía que era de mentira