sábado, 30 de enero de 2016

Pomona (I)

pomona



Aquella noche sir Watkyn Cheesepound tuvo un sueño agitado. Alguien como él, que nunca se había dejado llevar por los cantos del bello sexo, se vio rodeado de ensoñaciones que nunca pensó que su mente pudiera imaginar. En una de ellas, bailaba un tango con una Venus de Milo a la que le habían nacido más brazos que a Visnhu. La diosa lo agarraba fogosamente mientras lo hacía bailar como si fuera una peonza y pegaba sus marmóreos pechos a su barbilla. Ni que decir tiene que sir Watkyn no era partidario de tales efusiones con desconocidas, por más que su pareja de baile dispusiera de una erudita entrada en la Enciclopedia Británica.

Bajo su cama con baldaquino sintió el gaznate seco mientras se veía en Italia en los tiempos del grand tour, cuando amplió su visión sobre el arte, la literatura y la enología. Inopinadamente se encontró formando parte de un cuadro renacentista. Estaba en una pequeña logia, al fondo una ventana dejaba ver el Arno. Una bella Madonna de Rafael lo acunaba en su regazo. La virginal mirada de la mujer tenía anonadado a sir Watkyn, niño Jesús deslumbrado ante aquella belleza celestial. Pero de pronto a la virgen le nació un extraño tocado, una pamela rematada con una regadera, y su mirar puro y sereno se convirtió en el ojo calculador de la costurera que coge un dobladillo. Los maternales pechos de la madonna, fuentes de vida, empezaron a crecer ante la prevención de sir Watkyn, al que la falta de experiencia en tales lides no le impedía ver el peligro de deflación de aquellas ubres. Consciente de la contingencia, cuando los pechos estallaron y lo enviaron fuera de la logia donde se desarrollaba la escena, del cuadro de Rafael que recordaba haber visto en algún duomo y precipitarse hacia la campiña toscana a una velocidad poco conveniente para su integridad física, pegó un respingo bajo las sábanas y logró zafarse de semejante pesadilla.

Tras el episodio de la Madonna explosiva permaneció en un incómodo duermevela. Una rendija del cortinón que cerraba el vano de la ventana le advirtió que no había amanecido, y no tenía intención de desatender su costumbre de levantarse pasado el mediodía, como persona ociosa que era. Por otra parte, si sus sueños hubieran sido demasiado beligerantes, el eficaz Kingsoup, con ese sexto sentido que poseía para saber cuándo su señor se había excedido en el consumo de bebidas espirituosas, habría acudido en su ayuda con uno de esos fenomenales reconstituyentes de su cosecha y que obraban el milagro de espabilar cuerpos baqueteados por ginebras, güisquis y otros agentes etílicos. Pero como su fiel y eficaz mayordomo no se hallaba en su cabecera sir Watkyn conjeturó que su resaca no era merecedora de cuidados especiales, por mucho que sus sienes retumbaran y su estómago pareciera una mina de carbón en llamas.

miércoles, 20 de enero de 2016

Jugar a los espías








Uno de los muchos campos que han perdido encanto con los avances tecnológicos es el del espionaje. En los viejos buenos tiempos de la guerra fría primaban los agentes de campo que tenían que meterse en la boca del lobo a fotografiar los planos ultra secretos del último modelo de termo para el café que incorporaban los cazabombarderos estratégicos. Después de sortear las mil celadas del enemigo escondían el microfilm en un jarrón de la dinastía Ming, o si el tiempo apremiaba lo pegaban al escroto y a cruzar los dedos para que en el aeropuerto los de aduanas no quisieran tocarle los huevos. Quién no ha soñado con ser espiado por James Bond en el casino de Montecarlo Martini va Martini viene, o en la intimidad postcoital confesarle a esa rubia agente doble dónde guarda tu jefe la fórmula de la lejía con detergente.
Hoy el espionaje es una cosa de ceros y unos, big data y frikis semi vírgenes en asépticas oficinas que no tienen más actividad que acercarse a la máquina expendedora de donuts, lo cual no quita para que sean más incisivos que sus predecesores. El Gran Hermano de Orwell hoy es una cotilla de escalera comparado con los recursos de que dispone cualquier agencia de espionaje. Aun así, los hay que no están conformes y buscan nuevas maneras de fiscalizar a sus ciudadanos. En Gran Bretaña están considerando la posibilidad de que los llamados Smart toys, juguetes inteligentes que suelen estar conectados a internet y disponen de micrófonos y cámaras, sean utilizados por los espías de Su Graciosa Majestad para recabar datos sobre posibles amenazas para la seguridad nacional.
De ahora en adelante no podremos mirar ningún juguete sin pensar que nos está espiando. El barco pirata de playmobil en realidad tiene patente de corso para mandarle al MI 15 todas las conversaciones antisistema que mantengamos con nuestros hijos. Los encantadores chuchos de la patrulla canina se colarán bajo la cama a grabar las conversaciones con tu mujer sobre cómo apañar la declaración de hacienda. Y la inefable Barbie podrá hacer un gran servicio a la patria denunciándote si intentas dar un golpe de estado en la junta de vecinos. Y ya sabes que en un juicio tu palabra no vale nada ante la de Barbie. Así que para evitarse problemas es mejor que compren a sus hijos canicas, peonzas y cuerdas para saltar a la comba. Y si se aburren, que salgan a la calle a pegarle patadas a las piedras, juego que nunca pasa de moda.