lunes, 15 de abril de 2013

De tanga en tanga

Tanga divino

En hablando de tangas hay mucha tela que cortar por más que sea poca la que se vea. Breve contenedor de secretos, tiras que embridan curvas lujuriosas, riendas de pompis en pompa, altar tropical donde macera  la sabrosa fruta ya no tan prohibida, perdidiza prenda de amor, su uso arrincona a las carpetovetónicas bragas y marca estilo y elegancia en el fascinante universo de la ropa íntima. Aunque símbolo del pecado postmoderno, su uso es más antiguo de lo que se cree, que la hoja de parra con la que Eva se tapó al ser expulsada del paraíso no deja de ser un verde tanga terrenal. Siglos después, liberados de moralistas romos y convencidos que no hay más vida que la que arde, nos rendimos todos a los placeres de la carne, donde el tanga realza la divina geometría. Única fe en la que creemos, que creemos porque la vemos, y sobre todo, porque la palpamos.
Tanta tanga circula que se pueden pasar mañanas tontas en tanga, tardes de tedio en tanga o noches de tango en tanga. Las bragas de cuello alto solo las usan las matronas del Opus, y hasta la humilde braguita, que durante décadas ha estado en lo más alto del top teen del fetichismo, se retira ante la fantasía carioca. Epítome de la brevedad de la vida, efecto colateral del calentamiento global, dulce tanga de mis entretelas, vecino feliz de la raja del culo, ceñidor del monte de venus, frontera lúbrica, dique secreto, a ti acudimos a crear filtros de amor infalibles, dejándote a macerar en las noches de luna llena junto a un mechón de su cabello. Tú nos llagas cuando arrogante asomas sobre la cintura del pantalón de una hembra que inalcanzable dobla la esquina. A un triste tanga perdido en un cajón nos aferramos cuando eso es lo único que nos queda de ella.
En estos tiempos en que el deseo imperativo es el motor inmóvil que nos empuja, unos sueñan con acariciarlo bajo una falda estampada o en arrancárselo por la vía de apremio en el asiento de atrás. Babear en sus cercanías, masturbarse con su recuerdo, olfatear tangas usados de colegialas, el catálogo sería tan largo como calenturiento. Símbolo del eterno femenino, de la volubilidad de las damas, de la fragilidad del deseo, nunca tan poca tela ha traído tanta cola ni a tantos de cabeza tras ella. Solo por él somos capaces de lo peor, de robarlos con alevosía y premeditación, porque solo un tanga suyo bastaría para sanarnos.


2 comentarios:

Rick dijo...

Bueno bueno, qué lirismo, qué arrobo lúbrico, que oda más bien hecha...

Sí, la verdad es que el tanga es una de esas razones por las que uno se eleva en todos los sentidos (siempre que la portadora sepa estar a esa altura, claro, que hay mucha aficionada). Reconozco que me llevó tiempo, siendo yo de otra época, sustituir a la entrañable braguita por el tanga en mi escala de gustos. Pero hay algunos preciosos, y ese de la foto es un buen ejemplo.

Otra cosa es el modelo "hilo dental", que me parece un poco anodino. Pero un buen tanga es la alegría pura.

Chafardero dijo...

@ Rick:
Sí, la verdad es que las de hilo dental no son las más sugerentes precisamente. A otra categoría pertenecen los tangas con tirantes, con las que el Borat arrasaba en las playas.