lunes, 20 de junio de 2011

Placebo Gym

Lo más duro de ir a un gimnasio a conseguir un cuerpo diez es el trabajo que cuesta. Hay que tener una voluntad de acero para correr kilómetros y kilómetros en una cinta sin fin para no avanzar ni un metro, levantar kilos y kilos de pesas para aplastar tripa o hacerte el Tourmalet en la bici fija para tener el culito prieto. Y todo ello aderezado con una dieta de lechuga y algún brebaje isotónico o inteligente.  Por ello, muchos pagan la inscripción, van un par de veces, y cuando ven el percal, se apoltronan en el sofá rápidamente.
Para esa gente que figura pero que no hace acto de presencia en los templos del fitness acaba de presentarse en Madrid Placebo Gym, el primer gimnasio al que no es obligatorio ir. De hecho ni siquiera cuentan con instalaciones. Usted paga religiosamente su cuota mensual, y solo con eso tendrá la sugestión de que invierte en salud y en el cuidado de su cuerpo, sin tener que ir a machacarse los bíceps. Con estar inscrito tendrá la sensación de ser un tipo sano y deportista. Hasta se les puede llevar el chándal y demás y ellos te lo devuelven convenientemente sudado, para que salgas con tu bolsa de ropa sucia por el esfuerzo y te vayas a tomar unas cañas sin ningún remordimiento. Pagas un poco menos que en un gimnasio convencional, que el que no hagas esfuerzo físico no quiere decir que no lo hagas económicamente.
La idea es peripintada para los que no disponen de tiempo, y sobre todo para los que no disponen de ganas. Olvídense de las sofisticadas máquinas de tortura de esos antros, el olor a humanidad o a los macistes restregándoles sus tabletas de chocolate por los morros. Sienta el placer de hacer deporte en su butaca favorita mientras se ríe de los panolis del Men's Health.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Coño, eso sí que es una buena idea! Ya podremos decir "no, si yo voy a un gimnasio para bajar la tripita, pero es que mi metabolismo..." o algo parecido.
Paténtelo usted: se hará rico.

Chafardero dijo...

@ Rick:
Me da cosa forrarme con la pereza ajena, pero me lo voy a pensar.