viernes, 25 de enero de 2008

Amor automático


Y es que las ciencias avanzan que es una barbaridad, ya lo decía mi abuela, y si no vean ustedes, los rusos han creado un programa informático con el que se pueden hacer novelas de amor. El PC Writer va a ser el culpable de que veamos a Danielle Steel en la cola del paro. Tú le indicas al programa las líneas generales del argumento, el perfil de los personajes, y en tres días tienes la novela lista. Se va a publicar la primera hecha de esta guisa, Amor Verdadero, basada en Ana Karenina, pero que trascurre en una isla desierta, vayan ustedes a saber por qué.

Se darán cuenta del amplio abanico de posibilidades que nos proporciona el nuevo invento. Tomamos el argumento de Robin Hood, y de prota ponemos a Paquirrín, defensor de menesterosos, de Juan sin Tierra a Coto Matamoros, martillo de crápulas, y de dulce Lady Marian a la Infanta Elena, siempre tan cercana al pueblo, y que la acción trascurra en Sierra Morena, aunque la novela igual acaba siendo de terror.

Otra posibilidad, los amores de Esmeralda y Quasimodo en Nuestra Señora de París, con ese mostro del escenario que es Julio Iglesias y Britney Spears como cándida y recatada gitanilla. La situamos en las Fallas valencianas y el programa igual acaba escribiendo una ópera bufa, que la Britney vestida de fallera mayor haciéndole un arrocito a su Quasi puede mover a un ataque de incontenible hilaridad.

Una trama con más miga, como La Regenta, vendría como anillo al dedo a Belén Esteban, toda ella melodía de arrabal, cercada entre el amor de su marido, un Guti sobradamente insustancial, y el del canónigo D. Fermín, papel que le vendría como un guante a Acebes, legionario de Cristo y ratón de sacristía. Para que la cosa sea ya totalmente disparatada, la acción trascurriría en Port Aventura, y ya veríamos como se las arreglaba Acebes-Fermín para comerle la oreja en la montaña rusa a la regenta Belén sin que el pánfilo del Guti se entere.

Verán que las posibilidades son infinitas con este programa. Por fin la tecnología viene en ayuda del arte. El único peligro es que se entere Ana Rosa Quintana, frustrada escritora de folletones lacrimógenos, y vuelva a intentar la conquista de las librerías, porque con esta nueva herramienta y su dominio de la intertextualidad nos regala en un periquete obras como A la sombra de las muchachas en faja o La chica de las bragas de Zara, que últimamente se la ve muy crecida.

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