miércoles, 14 de noviembre de 2007

¿Por qué no te callas, Marichalar?


Duelo de titanes el que se ha producido en la no se sabe qué número cumbre iberoamericana, una de esas reuniones de mandatarios que por lo general a todos importa un comino. Son citas para el turismo con cargo a los presupuestos, discursos rimbombantes y en el fondo, ná de ná. Como tantas otras, esta pasaba sin pena ni gloria, y quitando los sesudos analistas de política internacional, muy preocupados por un zipi zape entre Argentina y Uruguay a cuenta de una papelera, los demás estábamos más interesados en la combinación de la primitiva o en la falta de mordiente de la delantera del Betis que en semejante tostón.

Pero al final, entre Chaves, showman nato, y el rey, lapidario como buen Borbón (recordemos que su nieta “ya” dice dos palabras con dos años) han conseguido animar el cotarro.

El presidente venezolano, coronel de opereta criolla, adalid de las masas desheredadas, socialista bolivariano y frustrado cantante de rancheras y tangos, es para darle de comer aparte en el mundillo de los mandamases, aún dentro del área Caribe, tan rica en líderes carismáticos. Va camino de instaurar una suerte de dictadura de la mayoría para pasarse por la piedra todas las convenciones democráticas, hacer y deshacer a su antojo en nombre del pueblo, y al final dejarlo todo como un erial. Pero lo que te ríes en sus arengas televisadas, despotricando contra Bush, Aznar o lo que se tercie.

Al otro lado, Juan Carlos I, rey de España por la gracia de Díos, anteúltimo avatar de la esencia borbónica, manto protector de las cuatro esquinas de la patria, ejemplo y guía para todo español que se vista por los pies. Afable y bonachón como corresponde a un soberano cuya vocación de servicio es tal que lo mismo te regatea, te esquía o te caza osos beodos con el único fin de buscar la felicidad de sus súbditos, eternamente agradecidos ante tan descomunal tarea.

El tercer protagonista del rifirrafe era Aznar, que sobrevolaba la reunión como el espíritu santo en Pentecostés. Este gran estadista de talla mediana, impasible el ademán, digo el flequillo, inmóvil el bigote, césar visionario que a golpe de timón llevó a nuestro país a horizontes nunca sospechados ni por los más cenizos del lugar. Hombre que solo responderá ante la Historia (o como mínimo ante Carlos V o Azaña) de su gestión de gobierno, en el ínterin se dedica a vender libros en el Corte Inglés en los que explica como ser un español cabal.

Corifeos del sainete, Zapatero y su pachón ministro de exteriores, y otras autoridades de las Américas.

El caso es que estaba Zapatero con su discurso de buen rollito, mientras que Chaves por la bajinis no hacía más que malmeter contra Aznar, hasta que al rey se le cruzaron los cables y le soltó lo que ya es la frase de la temporada. A muchos nos sorprendió la salida de tono de quien en estos tinglaos suele estar dormitando placidamente, pero visto los problemas que tenía en casa, con su querida hija mayor a punto de consumar su ruptura matrimonial, Juan Carlos, que antes que rey es padre, normal que anduviera con los nervios soliviantados.

Marichalar, hasta hoy yerno de su Majestad, caballero español, paradigma de la elegancia celtibérica, oblicua apostura bajo su capa, que días era sayo y otros capote, deja un poso amargo en la memoria de la Borbón family. Lógico que el rey perdiera los nervios en la cumbre, pero no por el verbo tupido, que no florido, de Chavez, sino por el vacío que deja un yerno que se va, que ya se sabe que no lo llena ni la llegada de otro yerno.

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